El corazón hambriento como el mar. Festival SURGE. Teatro El Umbral de Primavera. Octubre 2020

jueves, 21 de diciembre de 2017

La noche justo antes de los bosques

  La pasada temporada dejé constancia en este diario personal de mi admiración por el montaje de "La tempestad", que tanto pude gozar en el Teatro La Puerta Estrecha. José Gonçalo Pais interpretaba entonces el personaje de Ariel, y su gran trabajo le valió el premio Godoff al mejor intérprete masculino a principios de este 2017 que ya casi acaba. En esta ocasión, se enfrenta solo en el escenario a un auténtico tour de force, en complicidad absoluta con el director del espectáculo, César Barló quién dirigiera brillantemente también la obra de Shakespeare a la que me he referido. Este tándem se adentra en "La noche justo antes de los bosques", de Bernard Marie Koltès, sin temer ninguna oscuridad amenazante. Sabiendo que, sólo al atravesar de manera sincera las tripas y el corazón de este texto, se podría hallar la luz que contiene. 
  No había tenido oportunidad desde que estudié a Koltès en la Escuela (y ya hace veinte años...) de ver representada ninguna de sus obras. Creo que he leído todas ellas y siempre me fascinó, pero no es frecuente que sus textos suban al escenario, al menos en este país. El dramaturgo francés, uno de los más importantes del pasado siglo XX, fue un auténtico torrente dramático; sus obras parecen una vomitona denunciante de todos los vicios y vergüenzas de nuestra sociedad biempensante. Y aunque pareciera que escribía siempre al límite, el lirismo y la calidad de su literatura dramática dotan a su obra de una humanidad inmensa. Porque sus textos son teatrales, son acción, y son llevados por unos personajes de una fisicidad aplastante.
  Tuve la suerte de que el día en que vi la función hubo un posterior coloquio con el actor y el director, donde desentrañaron algunas de las claves de su creación. Se agradece el gesto y, más todavía, la entrega rigurosa y apasionada a su trabajo, el entender el hecho teatral como algo más que un entretenimiento huero. Toda la labor de investigación realizada ofrece como resultado un espectáculo valiente, intenso y de alto valor artístico. Alguno de los asistentes expresó que veía locura en el protagonista único de esta pieza; sin embargo para el dúo creador de esta propuesta, lo que define al personaje es, precisamente, una terrible lucidez. Y es que, en su parlamento desesperado, escupe, grita, suelta a bocajarro verdades como puños. De las que duelen, de las que incomodan. Sí, lo que yo vi fue un hombre desesperado por ser escuchado.
  Para que el espectador quede atrapado con el corazón en un puño mojado por la lluvia, hace falta, claro, un actor que consiga hacerle olvidar abrir el paraguas del alma. Y José Gonçalo Pais tiene ese magnetismo, esa fuerza para encarnar al personaje con la humanidad inmensa que antes citaba. Es reseñable la acertada idea del director de que el actor nunca mire de frente hacia el público. Siempre lo vemos de escorzo, o de espaldas a nosotros. Como bien explicó César Barló en la charla aludida, soltar todo este texto mirando directamente a los espectadores, podría resultar violentamente insoportable. Y la solución encontrada funciona muy bien tanto a nivel de movimiento escénico como de dramaturgia. De este modo, y tras poderse encontrar con el público reflejado en una pared-espejo durante el transcurso de la obra, justo al final se produce un encuentro real que sintetiza todos los anhelos y miedos con los que hemos convivido a lo largo de setenta minutos. Podríamos estar en el extrarradio de París, pero también en Tetuán o en Vallecas. 
  Mientras no deje de llovernos fango a todas horas, textos como el de Koltès no perderán su vigencia y el teatro como el que nos regala la compañía AlmaVivaTeatro seguirá siendo necesario.




jueves, 14 de diciembre de 2017

Cabaret paranormal

    Una artista de varietés. La visita de espíritus encarnándose en su cuerpo. Celos y acusaciones entre hermanas sirven el melodrama en bandeja. Pero la poesía sugerente y el verbo transgresor lo convierten en carne de cabaret. El circo también se presenta, es todo un juego donde los sentimientos se desnudan, para taparse luego con sedas y gasas de carcajada. Violette divierte a su público, y también sabe conducirlo para que confiese sus más oscuros deseos. Quiero ser diva como tú. Pero nadie canta como ella, eso no, su gran voz llena el escenario y atraviesa la gran falla espacio temporal que la separa de un turbio pasado. Sin que las risas decaigan es poseída (tengo un pasajero dentro de mi cuerpo, que decían los Parálisis Permanente) y junto al árbol genealógico de la danza, se presenta la danza macabra de un trauma. El árbol genealógico real que ha perdido ramas. Pero no hay que asustarse: Estefanía de Paz no permite que dejemos de reírnos. Violette no es Norma Desmond, y su crepúsculo todavía queda muy lejos.

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lunes, 4 de diciembre de 2017

Bodas de sangre

  Federico García Lorca fue un genio y, como suele suceder en este país, nunca será lo suficientemente reconocido. Al menos fuera del ámbito de la cultura, del teatro en particular. Con la desaparición de las Humanidades en nuestra enseñanza, con la negación de todo lo que no sea espectáculo vacuo, la grandeza artística e intelectual, el poder creativo inmenso del granadino universal, parecen relegados al cajón de lo folclórico, algo antiguo y casi molesto. Incluso de compañeros teatreros he tenido que, en alguna ocasión, oír comentarios sobre qué pesados, otro Lorca más... En Inglaterra todos los escolares leen las obras de Shakespeare, sus obras se representan continuamente, son parte de la cultura cotidiana. Esta diferencia se vio claramente, el año pasado, en la conmemoración de los aniversarios del dramaturgo inglés y de nuestro Miguel de Cervantes. Falta de implicación de las administraciones, improvisación, rellenos de programación a última hora... dejaron en evidencia el poco valor que otorgamos a nuestro patrimonio cultural.
  Por fortuna, de tanto en tanto, nuestros teatros públicos brindan la oportunidad de regresar a la obra lorquiana. El Centro Dramático Nacional produce este "Bodas de sangre" que podemos ver en el Teatro María Guerrero, con dirección de Pablo Messiez. El argentino, plenamente integrado en nuestra escena desde hace ya mucho, acepta el encargo de llevar al escenario la obra, que respeta y brinda casi de modo canónico. Un interesante inicio, el preámbulo de la Muerte, da una pista falsa sobre cómo puede desarrollarse el montaje. Tras este comienzo de aparente gelidez, pero que puede quemar como toda verdad, donde la Muerte se pasea con su desnudez (con su verdad) por un espacio blanco y espectral, la obra continúa por otros derroteros más previsibles. Aún así, Messiez se otorga un par de licencias introduciendo versos de "Poeta en Nueva York" en diferentes escenas, decisión que queda totalmente justificada y tiene sentido pleno en el desarrollo de la acción. Especialmente en ese "Pequeño vals vienés", musicado por Leonard Cohen, y que en la interpretación de Guadalupe Álvarez adquiere tintes de fragilidad peligrosa. 
  En cualquier caso, lo más destacable de la propuesta, a mi juicio, es la labor de conjunto de todo el elenco. Es conocido el gran trabajo que hace Pablo Messiez con los actores, sustentando su teatro en la pura interpretación. Esa es su firma, sin necesidad de impostar nada que subraye su estilo de dirección. De este modo la acción va avanzando con nervio e intensidad, con la pasión que el texto requiere. Pero justo en los cuadros finales, todo se desencadena de una manera algo precipitada, y es una pena que la tensión generada quede de este modo un poco diluida. 



jueves, 30 de noviembre de 2017

Pernales. El último bandolhéroe

  Me siento feliz de haber vuelto a los escenarios, tras una temporada en barbecho, junto a mis amigos de Títere Teatro Urgente con la obra "Pernales. El último bandolhéroe".  El grupo es compañía residente en el Teatro Montacargas, sala en la que nos encontramos representando esta pieza de títeres, con la que disfrutan igualmente pequeños y grandes. Dentro del teatrillo me acompaña Concha Párraga, autora también del texto. Y fuera se encuentran Paulo Alexandre, director del espectáculo, y Lourdes Muñoz, responsable de la música en directo sobre las tablas (acompañada de la presencia, ya afianzada, de Carmela Luna). Un buen día tomé el relevo de nuestro amigo Sergio y me dieron confianza para seguir la estela de nuestro siempre recordado y querido Pedro. "La niña valerosa" o "Cuentos a la luz de la luna" fueron otras aventuras en las que participé junto a esta gran familia.
  El Pernales fue un bandolero que existió realmente, nacido en la localidad sevillana de Estepa en el año 1879, de nombre real Francisco Ríos González. El apodo derivó de su primer sobrenombre, "Pedernales", atribuido por su dureza, de la que hizo gala durante toda su vida.
  La historia del bandolerismo es casi tan antigua como la de la propia humanidad. Ya en la Grecia clásica y después durante el imperio romano, se documentaron acciones de bandas que asaltaban en los caminos; salteador proviene de saltus, bosque en latín, lugar propicio para estas acciones y la posterior huída. Asimismo los forajidos eran los fora exitus, los expulsados fuera, y el bandido es aquel que aparece pregonado en un bando de búsqueda o captura.
  La existencia de bandoleros se extendió por toda Europa a través de la Edad Media, y continuó de igual manera en épocas siguientes. En España, durante los siglos XVIII y XIX, hubo una gran proliferación de estas prácticas delictivas sobre todo en Andalucía y Cataluña, debido en gran medida al caldo de cultivo que suponía una población deprimida y analfabeta y el caciquismo que concentraba el poder y riqueza en unas pocas manos privilegiadas. De este modo, gran parte de la población miraba con buenos ojos a estos bandoleros, hombres decididos y fuertes que se enfrentaban al poder y atacaban a quienes les condenaban a vivir en la extrema pobreza. Se veían como una especie de Robin Hoods, aunque en realidad conseguían el respaldo y la complicidad de la gente humilde, al parecer, sólo a cambio de favores o por unas pocas monedas. Cuentan que el Pernales gastaba lo robado, principalmente, en las tabernas.
  Lo que sí es cierto es que existía una injusticia social que propiciaba estos hechos. El historiador Eric Hobsbawn definió el término bandolerismo social en su obra sobre formas populares de resistencia "Rebeldes primitivos" (1965) y lo amplió posteriormente en "Bandidos" (1969). El autor explica: 
  "En la montaña y los bosques bandas de hombres fuera del alcance de la ley y la autoridad (tradicionalmente las mujeres son raras), violentos y armados, imponen su voluntad mediante la extorsión, el robo y otros procedimientos a sus víctimas. De esta manera, al desafiar a los que tienen o reivindican el poder, la ley y el control de recursos, el bandolerismo desafía simultáneamente al orden económico, social y político. Este es el significado histórico del bandolerismo en las sociedades con divisiones de clase y estados."
                      (Bandidos. Editorial Crítica. Barcelona, 2001.)

Es en esta realidad en la que incide "Pernales. El último bandolhéroe". Desde luego desde el juego que brindan los títeres de cachiporra, y entrelazando la poesía que nos brindan algunas escenas con momentos muy divertidos. Una visión romántica del bandolero, sí, pero aprovechando la vida de aventura que vivieron estos personajes fuera de la ley (outlaw, en la tradición anglosajona) para cuestionar muchas injusticias que se han arrastrado hasta nuestros días. El Pernales terminó sus días abatido por disparos de la Guardia Civil mientras intentaba escapar hasta Valencia, donde tenía previsto embarcar junto a su amante (su primera esposa le había abandonado llevándose a sus dos hijas por los malos tratos recibidos) rumbo hacia América. Después de muchos años perseguido encontró la muerte en la Sierra de Alcaraz, junto a su compañero el Niño de Arahal, el 31 de agosto de 1907. La tumba de ambos se encuentra en el cementerio de Alcaraz, Albacete. El Pernales se convirtió entonces en un héroe popular, un hombre con arrojo y valor que se enfrentó a los poderosos que oprimían al pueblo llano. 
  Esta imagen romántica del bandolero nos es muy familiar a muchos por aquella serie mítica de televisión, "Curro Jiménez". Y también recuerdo cómo me enganchaban de niño las aventuras del bandolero inglés Dick Turpin (de nuevo un personaje real idealizado por el pueblo), convertidas también en serie televisiva. En definitiva, aventuras de bandoleros que nos sirven de excusa para, de un modo divertido, imaginar un mundo más justo e igualitario.








jueves, 2 de noviembre de 2017

Distancia siete minutos

  Las relaciones paterno filiales no siempre son un camino fácil de recorrer. En muchas ocasiones se decide tomar atajos para poder llegar a buen puerto, sin que esto signifique algo necesariamente negativo: el sentido de supervivencia contra la aniquilación del propio árbol genealógico. Los vericuetos por los que transitan Félix, un joven juez, y el padre de éste, autoritario y controlador, provocarán la transformación de los personajes ante la mirada emocionada del espectador.
  Descubrí a la compañía Titzina Teatro hace unos años, con su anterior montaje, sobre el escenario barcelonés de La Villarroel. En aquella ocasión la obra, de ajustado y acertado título Exitus, giraba en torno a la muerte. También ahora la muerte está presente, aunque no como tema central del argumento. Es la ausencia de la madre la que planea durante casi toda la acción, descubriéndose finalmente algo que podía intuirse casi desde el principio: la madre de Félix decidió quitarse la vida voluntariamente. El suicidio es un tema tabú del que nunca se habla. De igual modo lo es para Félix y su padre, obligados a convivir juntos durante unos días por una cuestión de necesidad: el hijo se aloja en la casa paternal porque debe dejar su piso para que lo fumiguen por una invasión de termitas.
  La imagen de las termitas devorando el interior de las vigas de madera funciona perfectamente como símil de la vida del joven magistrado. Vive solo, arrastrando sus sucesivos fracasos de pareja e intentando que la ingente cantidad de trabajo que soporta, le sirva como refugio ante una existencia infeliz e incompleta. Y todo esto, que va creciendo en intensidad hasta llegar a un final auténticamente catártico, se entrelaza con el trabajo del protagonista en los juzgados, donde interroga a una serie de acusados de diferentes procesos, o la aparición del controlador de plagas, personajes y escenas todas estas donde el humor ejerce como válvula de escape. Porque en el espectáculo hay humor, sí, inteligente y bien distribuido a lo largo de la hora y media de función. Y a partir de esto toca hablar de quienes nos ofrecen está maravilla escénica.
  Diego Lorca y Pako Merino llevan ya más de quince años de andadura con la compañía, en la que se encargan de escribir la dramaturgia de sus espectáculos así como de dirigirlos e interpretarlos. Han ido forjando una marca de la casa reconocible y admirable, con rigor, talento y mucho trabajo de investigación a sus espaldas. Dejan una impronta en el público que consigue seguidores fieles que, como yo, queramos verlos siempre que haya oportunidad. Con este montaje, estrenado en 2013, ya estuvieron en el teatro de La Abadía en 2014, y ahora han vuelto a Madrid al escenario del Teatro del Barrio.
  Creo que se nota por lo que escribo que el pasado domingo salí del teatro emocionado y la verdad es que sí; es una experiencia única ir al teatro y sentir que asistes a algo increíble. La puesta en escena se apoya en grandes interpretaciones, y también me gustaría destacar el trabajo de escenografía y de iluminación, está última sutil y elegante (si es que puede denominarse así un diseño de luces...)
  La travesía de estos personajes transcurre en paralelo al lanzamiento del robot espacial Curiosity, cuyo objetivo es investigar el planeta Marte. Un trazado poético que acompaña el anhelo de Félix por expresarse y conocer la verdad, como si fuera un Hamlet contemporáneo atravesando las estrellas.



viernes, 27 de octubre de 2017

Sobran palabras

  Nueva muestra en el Microteatro de la calle Loreto y Chicote de una pieza que, no por breve, deja de resultar redonda y divertida e incluso con un punto entrañable. En Sobran las palabras se rinde un homenaje a aquel primer cine de comedia, el cine mudo que muchos de nosotros descubrimos de pequeños cuando aún era habitual verlo en televisión. Harold Lloyd, el Gordo y el Flaco, Charlot... ocuparon muchas tardes de nuestra infancia, y aquellos comediantes y sus películas son el referente de esta obra muda sobre la importancia del amor.
  El trío actoral consigue que el público mantenga durante toda la obra una sonrisa cómplice, y ejecutan está coreografía interpretativa con precisión y ritmo acelerado, tal y como corresponde al trasladar a escena aquellas películas que he recordado. Incluyen, también, un guiño a una famosa escena de Chaplin, admitiendo su origen, aunque no diré aquí de cual se trata para no romper la sorpresa.
  Para los que, en un nivel o en otro, nos dedicamos al teatro, genios como Charles Chaplin son un ejemplo de maestría en el arte de la comedia y espectáculos como éste así lo reconocen.

  

viernes, 23 de junio de 2017

Els Joglars. La guerra de los 40 años

  
  Los pasados meses de abril y mayo Els Joglars presentaron en Madrid su última producción, "Zénit", primero en el teatro María Guerrero y posteriormente en el teatro Amaya. Ya dediqué entonces una entrada al espectáculo, pero ahora vuelvo de nuevo a la compañía catalana por diferente motivo. La cuestión es que, aprovechando su visita a los escenarios madrileños, el Teatro del Barrio organizó un taller impartido por Ramón Fontserè, actual director y actor de estos veteranos juglares. Bajo el título de "Del actor al personaje" se realizó el curso a lo largo de una semana, al que yo pude asistir como oyente. En los días previos al taller recuperé un libro que había leído hacía ya bastantes años, "La guerra de los 40 años" (Els Joglars. Editorial Espasa Calpe, Madrid 2001), con idea de releerlo y refrescar lo conocido sobre este grupo de tan larga trayectoria.
  En este título la propia compañía hace un repaso a su propia historia, a través de capítulos temáticos que abordan los diferentes aspectos que atañen a la creación teatral. Es un libro que se lee con verdadero gusto y que supone una lección para todo aquel interesado en crear material teatral, al margen de poder conocer al grupo en sus diferentes etapas y su relación con la coyuntura (política, social, cultural) de cada momento. A continuación reproduzco algunos fragmentos del libro que me parecen interesantes:

  "Para los actores el fracaso es algo muy cotidiano y no tienen más remedio que aprender a convivir con él. A medida que pasa el tiempo son más conscientes de sus limitaciones y huelen el fracaso a la vuelta de la esquina. El que conoce el éxito conoce el fracaso. A más años, más miedo le tienen. Pero el fracaso les estimula. Ningún actor puede hacer su trabajo sólo con gracia y facilidad. Y así no tienen otro remedio que matarse a trabajar. Para fracasar de nuevo."

  "No es que no aceptemos subvenciones. Es que no hay nadie dispuesto a dárnoslas. Quizá nuestra actitud ha ido cerrándonos, poco a poco, esta posibilidad. El orgullo cuesta caro, pero preferimos no tener el dinero y no tener que callar. Y, en todo caso, no tenemos más remedio que adaptarnos: somos de la opinión de que la austeridad tiene mucho que ver con la esencia del arte, que las limitaciones materiales son un gran estímulo y que con pocos medios bien pensados se puede conseguir un producto de calidad."

  "Ahora bien, ninguno de estos problemas tiene importancia al lado del problema fundamental, que es saber lo que se quiere decir. Sí, suena raro. Pero es lo habitual. Muchas obras de teatro se estrenan sin que el director sepa lo que ha querido decir. Pasan los días y sigue sin saberlo. Y puede que las representaciones acaben y siga en sus trece. A veces algún crítico le dice lo que ha querido decir. Es muy bonito. El crítico, naturalmente, no tiene tampoco la menor idea. Pero el choque de dos ignorancias revela la verdad. Como el big bang."

                                          "La Torna" Els Joglars, 1977

  Existe bastante bibliografía acerca de Els Joglars. Y el libro del que ahora me he ocupado es un buen ejemplo para comprender la importancia que tuvo esta compañía en el desarrollo de las artes escénicas de este país.
  

domingo, 16 de abril de 2017

Shake

  En la actual edición del Festival de Otoño a Primavera, organizado por la Comunidad de Madrid, visitó nuevamente el escenario del Teatro de La Abadía esta producción dirigida por Dan Jemmett. Y digo nuevamente porque ya hace quince años representó esta misma obra en el mismo espacio. El día en que asistí a la función hubo un posterior encuentro con el director y uno de los actores del montaje, el español Antonio Gil Martínez. En dicho coloquio, el director inglés explicó las sutiles diferencias entre la puesta en escena original y la que abordan en la actualidad. El dibujo escénico es, en realidad el mismo; como él nos contó, en Cambridge (su ciudad natal) existe un célebre puente construido por Isaac Newton. Dicho puente, conocido popularmente como The Mathematical Bridge, estaba construido sin utilizarse para ello ni un solo tornillo ni clavo. En un momento dado, desde la Universidad de Cambridge se desmontó el puente con el fin de entender cómo Newton había conseguido esa proeza de la ingeniería. Lo que sucedió a continuación es que los eruditos de la universidad no fueron capaces de volver a montar el puente tal y como se diseñó originalmente, por lo que en la actualidad el puente sobre el río Cam cuenta con todos los tornillos y clavos que necesitaron para volver a ensamblarlo.
  Esta curiosidad histórica sirvió a Dan Jemmett para hacer entender que si la primera versión de Shake (que es una adptación de "Noche de Reyes", de Wlliam Shakespeare) funcionó tan bien, lo mejor era no tocarla demasiado. Sin embargo, tal y como el director y el actor con los que compartimos la charla nos expusieron, el tono del espectáculo difiere sutilmente. Todo el espíritu mágico de la obra permanece, el teatro dentro del teatro, el disfrute del juego. Los cinco intérpretes del elenco se desdoblan para encarnar todos los personajes de la obra, sobre las tablas nos regalan una fiesta de la que, rompiendo la cuarta pared, nos hacen partícipes. Y a pesar de la comedia de equívocos, de los enredos, de las puertas que se abren y se cierran con precisión isabelina, en la isla que nos presentan, el ambiente playero se tiñe de cierta tristeza. Esta es la gran diferencia entre el montaje primero y su revisitación: el paso del tiempo añade una pátina de nostalgia a la alegría despreocupada de los inicios. La sensación de lo efímero de la vida (efímera como el teatro mismo), la constancia de la finitud en la que vivimos, tal vez en algo de esto consista la madurez. Gil Martínez recordó cómo el nacimiento del montaje sucedió tras los atentados de las torres gemelas de Nueva York. Sintieron entonces una necesidad inaplazable de alzar en escena un grito vital, lleno de alegría y humanidad para hacer frente a la barbarie. Quince años después, no obstante, no hay muchas razones para sentirse optimistas respecto a la situación de nuestro mundo, y esto seguramente se transmita también en el reflejo actual de "Shake".
  Que Jemmett comprara al azar un lote de cuarenta discos antiguos de vinilo, y decidiera que de ellos saldría la música de su espectáculo, dice mucho de su concepción del teatro como juego. Y los espectadores podemos agradecerlo, asistiendo a una puesta en escena plena de hallazgos, durante dos horas que nos regalan el embelesamiento de la obra shakespeariana junto al trabajo de unos actores y actrices que la elevan con su profesionalidad y talento como si de un soplo de brisa marina se tratase.


jueves, 13 de abril de 2017

ZENIT La realidad a su medida

  En su último paso por Madrid cumplimos con la cita que desde hace muchos años seguimos renovando con Els Joglars, en la que nos presentaban su última obra, "Zenit. La realidad a su medida" en el Teatro María Guerrero (sede del Centro Dramático Nacional, que coproduce el espectáculo junto a la compañía catalana y al Teatro Lope de Vega de Sevilla). Estos juglares, cuya trayectoria es columna vertebral del teatro español de los últimos cincuenta años, abordan en su última aventura escénica un mordaz retrato del periodismo actual. El periodismo, que como ellos mismos dicen es "un oficio imprescindible para la democracia" y que, sin embargo, en los últimos años atraviesa una crisis por la mansedumbre (cuando no servilismo) hacia los grandes emporios que lo sustentan. Si los grandes medios están al servicio de los bancos que los financian, el panorama se torna muy negro. Sin una prensa independiente, el periodista acaba siendo simplemente un vocero de los más poderosos.
  Las intenciones loables del espectáculo se quedan, no obstante, a medias tintas. Sí que existe, por supuesto, una crítica a los mass media, pero resulta algo naíf y poco incisiva para lo que el tema podría dar de sí. Aciertan mucho más en cómo retratan el desmoronamiento personal del protagonista de la obra, un periodista que asiste atónito a la desaparición del mundo tal y como él lo conoció.
      
  La compañía, no obstante, presenta un montaje muy riguroso en su puesta en escena, marca de la casa, obsequiando al público con unas escenas en las que ver el trabajo interpretativo y de movimiento escénico es un auténtico placer. El uso inteligente de la música y las auténticas coreografías que suponen muchas escenas de la obra, unido a un fecundo nivel de creación de imágenes, nos terminan conmoviendo más por el trasfondo humano de los personajes que por el político o de denuncia del tema tratado. Sí que en algún momento el tempo de las diferentes escenas es demasiado monótono y se hubiera agradecido que el ritmo interno de la obra tuviese más cambios. También en el uso del humor patina en algún momento el espectáculo, con algunos chistes fáciles que parecen haberse escrito hace más de treinta años y que restan valor al conjunto de la obra (la alusión al ABC o las gracietas en torno a los maricas, por ejemplo).
  
  Así pues, en su globalidad, el montaje es cien por cien esencia Els Joglars y como tal se disfruta: visualmente muy potente, interpretaciones de alto nivel y exposición de uno de los problemas que nuestra sociedad tiene ante sí. La escena final es muy elocuente, viéndose en ella cómo el protagonista es, literalmente, sepultado bajo una montaña de basura que le engulle y de la que es imposible escapar. Esperemos que ejemplos de resistencia como el de esta veterana compañía cundan y la independencia de opinión y creación, la libertad de expresión, continúen entre los valores por los que todos nosotros luchamos.





jueves, 6 de abril de 2017

La judía de Toledo

  Durante el pasado mes de marzo, en el reluciente Teatro de la Comedia, pudimos ver esta coproducción entre la Compañía Nacional de Teatro Clásico y la Compañía Micomicón. La directora de ésta última, Laila Ripoll, es la encargada de la versión de la obra y dirección del montaje. Hace ya diez años, participé en un curso impartido por ella y organizado por la Unión de Actores, del que guardo muy grato recuerdo. Coincidimos un grupo de alumnos con alta predisposición para el trabajo y gran calidad humana (se ha mantenido desde entonces la relación entre varios de nosotros) y el rigor y la pasión de Laila se contagió entre todos. En aquel taller de interpretación de teatro en verso, trabajamos con varios textos de Lope de Vega, entre ellos la obra "La judía de Toledo", que alguno de nosotros no conocíamos hasta ese momento, ya que no suele nombrarse entre lo más destacado del genial dramaturgo.
  La puesta en escena que ahora tratamos se ha ambientado en la España franquista de los años sesenta-setenta. Esta elección funciona muy bien, al trasladar las pulsiones del conflicto a la sociedad tan oscura de aquellos años. La primera jornada de la que se compone la obra se convierte, en esta versión, en un capítulo del NO-DO, recurso que sirve para poder acortar la duración de la obra y situarnos perfectamente en el contexto en el que arranca la acción dramática. Sin embargo, a pesar del atractivo visual que esta elección conlleva, provoca que cuando los actores entran en escena sus personajes ya lleven consigo un recorrido que el público no ha presenciado. De este modo, el conflicto que se desata por el enamoramiento del rey Alfonso VIII por la joven Raquel, aparece de un modo tan súbito que no resulta demasiado creíble. En la escena del enamoramiento, que pasa de forma bastante rápida, no entendemos muy bien por qué el monarca cae rendido sin remisión ante ella. A partir de aquí, unas escenas funcionan mejor que otras, pero queda la sensación de que la pasión del rey y todo lo que provoca avanza de manera un poco mecánica. 
  Sí que alguna escena consigue atrapar fuertemente al espectador, como la de Alfonso VIII desmoronado bajo la tormenta, o la del asesinato de la judía, violenta y visualmente muy potente (Jorge Varandela, actor que interpreta al príncipe Enrique, destaca por la intensidad que aporta aquí a su personaje, convirtiendo esta escena en una de las más interesantes a nivel interpretativo). También habría que destacar el diseño de luces del espectáculo, así como las proyecciones que lo acompañan: son de una gran belleza y enmarcan la acción de modo muy sugerente. 
  En una entrevista reciente (Revista Godot nº 73. Madrid, marzo 2017) Laila Ripoll, incidía en el carácter político del texto, ya que nos presenta a un gobernante que descuida sus obligaciones ante su propio disfrute, hecho que podría encontrar más de una analogía entre algunos mandatorios actuales. También en ese contexto, la directora quita importancia a que el personaje de Raquel sea de religión judía, excluyendo cualquier atisbo de antisemitismo en la obra. Pero la cuestión, en la modesta opinión de quien esto escribe, es que ese hecho no es arbitrario y añade connotaciones que el público percibe. Así, a la salida del teatro, uno de mis acompañantes resumía la obra en "un cristiano se enamora de una judía, su gente mata a la judía, él se arrepiente de todo lo que ha hecho como buen cristiano que es, le perdonan y todo vuelve a la normalidad: vamos, que si esta misma obra la viesen en 1960 se aplaudiría a rabiar por el pensamiento franquista."
  Y aunque esta opinión es bastante reduccionista, sí que la obra necesitaría una vuelta de tuerca para alejarse de estas sensaciones. 

miércoles, 29 de marzo de 2017

La Tempestad

  El pasado domingo 26 de marzo tuvo lugar la última función de "La Tempestad" en La Puerta Estrecha, teatro de Lavapiés cuya compañía coproduce el espactáculo junto a AlmaViva Teatro. Desconozco si se volverá a tener opotunidad de ver este montaje estrenado el pasado año, pero al margen de esto tuvimos la sensación de estar viviendo algo único con esta representación. Ojalá pudiera tener más recorrido y lo pudiera disfrutar más público. La puesta en escena de esta obra final de Shakespeare, obra maestra con múltiples capas de lectura, es rigurosa y al mismo tiempo muy gustosa de ver, fruto de un trabajo de investigación que puede adivinarse profundo, y fluye de manera fácil y emocionante. La dirección de César Barló, limpia pero llena de recursos, nos guía por esta isla (literalmente, el público es conducido por diferentes espacios del edificio del teatro al avanzar las escenas) mezclando magia y realidad, tal y como el texto requiere. Hay escenas realmente brillantes, como la de la presentación de los personajes de Trínculo y Estéfano y su encuentro con Calibán, o la escena de amor entre Miranda y Fernando (la mejor escena de amor que he visto en teatro desde hace mucho). Dos horas de función que se pasan volando, como si de una argucia mágica de Próspero mismo se tratara.
  Todo esto, desde luego, se logra también gracias a un elenco con interpretaciones de gran nivel. No me gustaría destacar a unos por encima de otros (nueve intérpretes en escena, sólo por esto ya habría que aplaudir una producción independiente como ésta), ya que el conjunto de todos ellos es lo que hace que todo funcione como un engranaje engrasado en la noche de los tiempos. Con esta Tempestad nos reímos, nos emocionamos, tenemos el alma en vilo queriendo saber cómo se resuelve todo, aunque ya nos conozcamos la obra. Al final, cuando Ariel se quita por vez última sus patines, cuando Próspero se dirige por última vez a todos los congregados junto a él, la emoción se palpa en el aire y se produce una catarsis verdadera, la del teatro con mayúsculas, la del que surge de las tripas y del corazón y puede, justamente llamarse arte.





martes, 28 de marzo de 2017

BlaBlaDad

  Escribir una obra de teatro no es fácil, y que ésta dure quince minutos, trascienda la anécdota y quede redonda, lo es más si cabe. Y la comedia que hemos podido disfrutar en Microteatro Madrid, el conocido espacio de la calle Loreto y Chicote, reúne todas las características antes citadas. Porque, a pesar de su tono cómico, la pieza aborda un tema en el que el conflicto mostrado, nos provoca algo más que risa. Cierto es que la situación se lleva a un extremo, de ahí su gran comicidad. Pero no por ello dejamos de sorprendernos, igual que esa hija que ve como el empoderamiento adquirido por su padre a través del teléfono móvil la desplaza del estatus que ocupa dentro de su propia familia. Y por debajo de todo esto subyace, aunque sea a través de la caricatura, una mordaz lectura sobre las relaciones que hoy en día establecemos a través de aplicaciones y redes sociales. Así, la llamada economía colaborativa, colabora en este caso al distanciamiento absurdo entre un padre y una hija.     
  Los personajes los bordan Ángel Savín y María Kaltembacher; él, totalmente creíble en su afán de ridículo ascenso empresarial y ella muy convincente ante el descuadre personal y el asombro que le genera la disparatada situación. El texto de Almudena Vázquez, quien también dirige la obra, tiene algo de comedia berlanguiana, por su tipo de humor y por cómo nos presenta el conflicto. Y más si trazamos una línea imaginaria a través del tiempo, ya que el genial director nació y se crió en Valencia, ciudad de la que proceden los personajes y destino último al que quieren regresar.
  Tiene algo de espíritu fallero este "BlaBlaDad", mas a este ninot desde luego hay que indultarlo, ya que con él, el público tiene el disfrute asegurado.



  

  

lunes, 27 de marzo de 2017

Isabelle Huppert. Día Internacional del Teatro 2017

  Desde 1961, el Instituto Internacional del Teatro (ITI, por sus siglas en inglés), dependiente de la UNESCO, celebra el Día Internacional del Teatro. Un día de celebración y reivindicación de nuestro arte, que cada año va acompañado de un mensaje escrito por alguna personalidad del mundo escénico. Este 2017, la encargada de redactar dicho mensaje es la actriz francesa Isabelle Huppert, a la que en nuestro país conocemos más por sus trabajos en cine aunque tenga también una sólida trayectoria sobre las tablas (en la foto, en el papel de Medea, Festival de Avignon, 2000.)
   A continuación transcribo el texto completo de su mensaje, del que remarcaría cómo puntualiza que desde 1962 sólo a ocho mujeres se les ha encargado la redacción del mismo. Habría que reivindicar entonces una mayor presencia de la mujer en la dirección de festivales, de teatros, en los órganos directivos del mundo cultural. Si el teatro y la cultura en general aspiran a un enriquecimiento de nuestras vidas, a que tengamos una mirada amplia y sin prejuicios sobre nuestra realidad, no lo podrán lograr sin la presencia de la mujer. Este es el mesaje:

  "Bueno, aquí estamos otra vez. Reunidos de nuevo en primavera, cincuenta y cinco años después de nuestra reunión fundacional, para celebrar el Día Mundial del Teatro. Un solo día, veinticuatro horas, que comienzan de la mano del teatro NO y del Bunraku, que pasan por la Ópera de Pekín y el Kathakali, brillando entre Grecia y Escandinavia, de Esquilo a Ibsen, de Sófocles a Strindberg, entre Inglaterra e Italia, de Sarah Kane a Pirandello, y también Francia entre otros, donde nos encontramos, y donde París es la ciudad del mundo que atrae a más grupos de teatro internacional. En esas 24 horas podemos ir de Francia a Rusia, de Racine y Molière a Chejov, e incluso atravesar el Atlántico para acabar en una universidad californiana, tentando a jóvenes a reinventar, quizás, el teatro.

  De hecho, el teatro renace cada día de sus cenizas. No es sino una convención que hay que abolir incansablemente. Así es como sigue vivo. El teatro tiene una vida abundante que desafía el espacio y el tiempo, y las obras más contemporáneas se nutren de los siglos pasados, los repertorios más clásicos se hacen modernos cada vez que son subidos de nuevo a escena.
  El Día Mundial del Teatro no es pues, obviamente, un día cualquiera de nuestras vidas que deba ser tomado de forma banal. Hace revivir un inmenso espacio-tiempo y, para evocarlo, querría citar a un dramaturgo francés tan genial como discreto, Jean Tardieu: hablando del espacio, se pregunta “cuál es el camino más largo para ir de un punto a otro.” Sobre el tiempo, sugiere “medir, en décimas de segundo, el tiempo que se tarda en pronunciar la palabra 'eternidad''. Sobre el espacio-tiempo, también dice: “Antes de dormir, fija tu mente en dos puntos del espacio, y calcula cuánto tiempo se tarda, en un sueño, en ir de uno a otro”. Es la frase “en un sueño” la que siempre me da vueltas en la cabeza. Pareciera que Jean Tardieu y Bob Wilson se hubieran encontrado.
  También podemos resumir nuestro Día Mundial del Teatro, citando las palabras de Samuel Beckett que hace decir a Winnie en su estilo expeditivo: “¡Oh, qué hermoso día habrá sido!”
  Al pensar en este mensaje que tengo el honor de que me hayan pedido que escriba, he recordado todos los sueños de estas escenas. Por eso puedo decir que no he venido a esta sala de la UNESCO yo sola. Todos los personajes que he interpretado en escena me acompañan. Personajes que parecieron irse cuando caía el telón, pero que han cavado una vida subterránea en mí, dispuestos a ayudar o destruir los personajes que les sucedieron. Fedra, Araminte, Orlando, Hedda Gabbler, Medea, Merteuil, Blanche Dubois... Me acompañan también todos los personajes que he adorado y aplaudido como espectadora. Y por eso es por lo que pertenezco al mundo. Soy griega, africana, siria, veneciana, rusa, brasileña, persa, romana, japonesa, marsellesa, neoyorkina, filipina, argentina, noruega, coreana, alemana, austriaca, inglesa, realmente del mundo entero. Esa es la auténtica globalización.
  En 1964, con ocasión de este Día Mundial del Teatro, Laurence Olivier anunció que, tras más de un siglo de lucha, por fin se acababa de crear en Inglaterra un teatro nacional que él quiso transformar inmediatamente en un teatro internacional, al menos por su repertorio. El tenía muy claro que Shakespeare pertenecía al mundo.
  Me ha encantado saber que el primer Mensaje de estos Días Mundiales del Teatro, en 1962, se le confió a Jean Cocteau, por ser autor del libro “La vuelta al mundo en 80 días otra vez”. Yo he dado la vuelta al mundo de forma diferente. La he dado en ochenta espectáculos u ochenta películas. Incluyo aquí películas en las que no distingo entre hacer teatro o cine, que sorprende cada vez que lo digo pero es cierto, es como es. Ninguna diferencia.
  Al hablar aquí no soy yo. No soy una actriz. Soy sólo uno de esos incontables personajes gracias a los cuales el teatro sigue existiendo. Es un poco nuestro deber. Y nuestra necesidad. Cómo expresarlo... Nosotros no hacemos que el teatro exista. Es gracias al teatro que nosotros existimos.
  El teatro es muy fuerte, resiste, sobrevive a todo, a las guerras, a las censuras, a la falta de dinero. Es suficiente con decir “la escena es un escenario vacío de un tiempo indeterminado” y hacer entrar a un actor. O una actriz. ¿Qué va a hacer? ¿Qué va a decir? ¿Van a hablar? El público espera, se va a saber, ese público sin el que no existe el teatro, no lo olvidemos nunca. Una sola persona de público, es público. ¡Esperemos que no haya muchas sillas vacías! Salvo en la obra de Ionesco. Al final la Vieja dice: “Sí, sí, muramos en plena gloria... Muramos para entrar en la leyenda... Al menos tendremos nuestra calle.”
  El Día Mundial del Teatro existe desde hace ahora cincuenta y cinco años. En cincuenta y cinco años soy la octava mujer a la que se le pide pronunciar un mensaje, bueno, no sé si la palabra “mensaje” es la adecuada. Mis predecesores (¡se impone el masculino!) hablaron del teatro de la imaginación, de libertad, del origen, evocaron la multiculturalidad, la belleza, las preguntas sin respuestas... En 2013, hace tan solo cuatro años, Darío Fo dijo: “la única solución a la crisis, reside en la esperanza de una gran caza de brujas contra nosotros, especialmente contra los jóvenes que quieren aprender el arte del teatro: así surgirá una nueva diáspora de comediantes, que hará surgir de estas limitaciones unos beneficios inimaginables para una nueva representación.” Beneficios inimaginables es una fórmula digna de aparecer en un programa político, ¿no? Como estoy en París poco antes de unas elecciones presidenciales, sugeriría a aquellos que pretenden gobernarnos, que estén atentos a los beneficios inimaginables aportados por el teatro. Y por supuesto, ¡nada de caza de brujas!
  El teatro para mí es el otro, el diálogo, la ausencia de odio. La amistad entre los pueblos. No sé ahora mismo qué significa exactamente, pero creo en la comunidad, en la amistad de los espectadores y los actores, en la unión de todos a los que reúne el teatro, los que lo escriben, los que lo traducen, los que lo explican, los que lo visten, los que lo decoran, los que lo interpretan, incluso, los que van. El teatro nos protege, nos acoge... Creo de veras que nos ama... tanto como le amamos.
  Recuerdo a un viejo director de la vieja escuela, que antes de que se levantara el telón, entre bambalinas, decía cada noche con voz firme: “¡Paso al teatro!”
Estas serán mis últimas palabras. Gracias."

Traducción: Fernando Bercebal 
  Me ha llamado también la atención en el mensaje, que en su recorrido por la escena universal no se pronuncie ningún nombre español. El valor de nuestra literatura dramática y nuestra creación escénica deberían acudir a la mente de cualquier aficionado a las artes escénicas al pensar en nombres de teatro. En cualquier parte del mundo, y más en un país vecino como Francia, donde dramaturgos y directores españoles han sido y son tan fecundos. También habría que detenerse en la identificación que hace Isabelle Huppert del teatro con el diálogo, con la ausencia de odio y que yo, personalmente, comparto. De esto deberíamos tomar nota todos nosotros para evitar tristes desencuentros, como los sucedidos en fechas recientes en la ciudad de Madrid respecto a la gestión de sus teatros municipales.
  En cualquier caso, hay que aprovechar un día como hoy para difundir el teatro, disfrutar de las numerosas actividades organizadas en esta jornada y coger impulso para seguir construyendo un tejido teatral resistente y duradero. ¡Felicidades compañer@s!

domingo, 19 de marzo de 2017

Sin palabras (se las llevó el aire...)

  Cada año esperamos con expectación el inicio de Teatralia, siempre cargado de propuestas muy interesantes en cuanto a creaciones escénicas dirigidas a niños y jóvenes. Esta temporada el arranque del festival ha coincidido con una agria polémica que ha removido la escena teatral madrileña. A mí, personalmente, me ha dejado un regusto bastante amargo el enfrentamiento entre distintos actores de la vida teatral de mi ciudad. No es mi intención extenderme aquí y ahora sobre el tema de las Naves del Matadero, aunque sí quiero reseñar que me hubiera gustado encontrar más diálogo y capacidad de entendimiento por todas las partes: si todos nosotros consideramos el escenario un lugar de encuentro y crisol de realidades, deberíamos saber trasladarlo a nuestra actividad cotidiana.
  Vuelvo al motivo de esta entrada. En el Teatro Pradillo volví a ser niño por espacio de media hora (o un adulto que no reniega del niño que lleva dentro) con LaSal Teatro y su espectáculo "Sin palabras (se las llevó el aire...)". Sugerente en muchas capas de percepción, la obra es conducida por dos personajes que por medio del juego, del descubrimiento y la sorpresa, experimentan la existencia del aire, del viento y todo lo que ello provoca. La obra está cargada de imágenes poéticas y forma una partitura perfectamente interpretada por Inma González y Eva Castillo. La primera aporta además su bonita voz para cantarnos sonidos recién nacidos, y la segunda nos demuestra su capacidad de bailarnos los sueños que aún no hemos tenido... Todo ello acunado por la música de Daniel Maldonado "Sam", evocadora y de colores reconocibles, y la bella escenografía e iluminación a cargo de Isa Soto y Juan Carlos Tamajón respectivamente.
  La importante trayectoria de esta compañía granadina y su compromiso con la creación artística sin ignorar la proyección pedagógica de su trabajo, nos brindan sobre el escenario una experiencia para disfrutarla con todos los sentidos. Una maravilla, creada y dirigida por Julia Ruiz Carazo, de la que disfrutamos todos sin importar la edad que tengamos. Y lo cierto es que en el ámbito de la creación escénica para niños, un segmento que muchos compañeros teatreros todavía consideran como de "segunda división", se dan muchas de las propuestas más creativas, originales y ricas en contenido de lenguaje teatral. Teatro sin texto, físico, experimental (de la experiencia) y además libre de dogmas y coartadas intelectuales es el que en muchas ocasiones lleva el sobrenombre de infantil. Un terreno fértil donde la libertad crativa nos regala frutos muy sabrosos como el que hoy os invito a saborear.

jueves, 2 de marzo de 2017

Interrupted


 La semana pasada terminé un curso de producción teatral, un segmento de nuestro mundillo que habitualmente se convierte en asignatura pendiente para la mayoría de los profesionales que no nos dedicamos específicamente a ello. El curso, organizado por la escuela Bululú 2120, fue impartido por Mayte Castillo, actriz y productora, que dio muestra de su amplio conocimiento, experiencia y generosidad. Un curso muy provechoso del que, esperemos, surjan muchos proyectos teatrales tarde o temprano.  


  La cuestión es que en una de las clases analizamos como ejemplo perfecto de teaser (vídeo promocional de muy corta duración de un espectáculo, y que generalmente se difunde por las redes sociales), el de un montaje de la compañía Teatro en Vilo. El espectáculo tiene el título de "Interrupted" y regresó de manera muy vívida a mi memoria, al haberlo visto yo sobre el escenario de la Escuela Navarra de Teatro (Pamplona) en octubre de 2015.


  Os invito a que visitéis la página web de esta compañía, creada en Londres en el año 2012 por artistas de diferentes nacionalidades, y dirigida por Andrea Jiménez y Noemí Rodriguez. Me alegra, además, que el recorrido de este proyecto esté siendo largo y que todavía tengan programados muchos bolos por delante. El espectáculo lo merece, y mucho. En él, las cuatro actrices que levantan esta historia únicamente por medio de su trabajo interpretativo, cuentan la historia de Anabel, una mujer triunfadora en esta sociedad competitiva en la que vivimos. Irremediablemente, sin embargo, el éxito profesional la arrastrará hasta derrumbarla y, a pesar de que la obra parece tener un tono ligero impregnado de comedia, el final que nos brindan hace que se nos encoja el estómago. Ese desmoronamiento y caída libre del personaje ya se ha tratado muchas veces en obras anteriores; pero esta propuesta nos lo cuenta, no a través de un texto como podría ser el caso del "Edmond" de David Mamet, sino a través del gesto, de un trabajo corporal fantástico, de precisión e imaginación desbordantes.
  Espero que el vídeo os abra el apetito para asistir al teatro en cuanto las programen cerca vuestro.


sábado, 18 de febrero de 2017

El secreto del viento azul

  Nuestra compañera Belén Otxotorena, actriz y cuentacuentos, posee ya una larga trayectoria en representar cuentos orquestados. Ahora hemos tenido la oportunidad de ver "El secreto del viento azul", cuento del que ella misma es autora, en el Auditorio Nacional de Música, en Madrid. En la sala sinfónica, ese maravilloso espacio, y acompañada nada más y nada menos que por la Orquesta Nacional de España. El espectáculo, que ya tenía un recorrido anterior con sus actuaciones colombianas del pasado año, es una delicia, al que podemos asistir acompañados de hijos, sobrinos, abuelos, vecinos, parejas y mascotas. Bueno, con estos últimos creo que no, seguramente no nos dejarán pasar a la sala con nuestros animalitos, y será una pena, porque seguro que ellos también disfrutarían con este cuento tan bonito y las músicas maravillosas que lo acompañan. En él se encontrarían con unos congéneres suyos, los pájaros del sur y los pájaros del norte, tales como la cigüeñompa, que se enfrentan al malvado Míster Time para rescatar a Viento Azul, sin el cual no pueden levantar el vuelo y su vida se va apagando. Una aventura contada con maestría junto a la acertada selección musical que le acompaña, a cargo de Javier Irigoien, y la dirección musical bajo la batuta de Edmundo Vidal, que aúna arte, diversión y valores para grandes y pequeños.



martes, 17 de enero de 2017

Páncreas

  En su despedida de los escenarios madrileños (segunda temporada en el Teatro Amaya tras una primera en el teatro Valle Inclán), y antes de comenzar gira por otras ciudades españolas, "Páncreas" nos deleitó con hora y media de comedia sobresaliente, con dramaturgia inteligente e interpretaciones de gran altura. El texto firmado por Patxo Tellería, versión propia del que originalmente escribió en euskera ("Pankreas", Tartean Teatroa 2015) es la base sobre la que el resto de ingredientes conforman un plato escénico con el que chuparse los dedos. Aunque la obra es muy divertida y en muchos momentos la carcajada es inevitable, los asuntos que trata son cosa seria: no en vano, el autor la subtituló como "Tragicomedia de vida o muerte o cómo juega a veces la suerte". Escrita en verso, aunque con un lenguaje muy actual, la rima aumenta incluso el efecto cómico de este disparatado manjar. Pero como ya decía, entre risa y risa la obra nos plantea cuestiones como hasta dónde llegaríamos por un ser querido, las manipulaciones que podemos llegar a hacer por conseguir el afecto de los demás o los límites de la generosidad.
  Los tres actores que la interpretan aportan, sin duda, el condimento exacto para que la receta funcione. Cada uno de ellos guisa su personaje dándole el punto justo y juntos hacen que los aromas de la comedia floten por el escenario incluso hablando de la propia muerte. Para quienes no conocíamos su faceta de músico, sorprende Fernando Cayo, que aporta la ambientación musical adecuada por medio del piano y se revela como un gran cantante-intérprete. Ilusión especial también me hizo ver de nuevo sobre las tablas a José Pedro Carrión, con quién tuve la suerte de hacer un curso hace unos años y de quien guardo un grato recuerdo, sobre todo por la contagiosa pasión que transmitía por el oficio de comediante. Sustituye a Santiago Ramos, que tuvo que dejar el montaje por problemas de salud , y fue la productora del espectáculo Concha Busto (coproducido junto al CDN) quien le llamó para la obra. Ambos, José Pedro y Concha (recuerdo también una charla inspiradora que ella nos ofreció sobre producción en la Aisge organizada por la Unión de Actores), ya se encontraban antes de este "Páncreas" en el retiro de su jubilación, pero el veneno del teatro que muchos conocemos les hizo embarcarse de nuevo en esta última (ojalá penúltima) aventura.
  Como colofón, para los postres, el elenco nos brindó una habanera que tras salir del teatro resonaba todavía, y en nuestro canturreo se delataba que habíamos disfrutado de una gran tarde de teatro.


  

  

miércoles, 11 de enero de 2017

El techo de cristal. Anne y Sylvia

  A finales de los años ochenta el autor británico Martin Millar publicó la novela "Lux el poeta". Narraba las peripecias de un joven poeta punk, en su esfuerzo porque alguien se detuviera a escuchar sus poemas, cosa que nunca conseguía. En aquellos postrimeros años de mi adolescencia, aquel librito me divirtió con su humor irreverente, todo su imaginario "underground" y el encanto de su protagonista, Lux. Aquel joven poeta de cresta anaranjada se declaraba, entre otras cosas, fan de Sylvia Plath.
  

  Este fue el primer encuentro que tuve con la escritora norteamericana, la primera vez que supe de ella. Mi curiosidad se despertó y quise saber más de su persona, además de conocer su obra. Conseguí entonces la magnífica biografía sobre la escritora editada por Circe, y durante mucho tiempo se convirtió para mí en libro de cabecera, un encuentro que supuso en aquel momento un antes y un después en mi relación con la poesía, con el arte y con la vida propia.
  Recuerdo un día, aún viviendo en casa de mis padres, en el que hubo un pequeño temblor de tierra. Yo me encontraba precisamente apoyado en una ventana, y noté perfectamente cómo se movía el edificio. Naturalmente, en mi familia irrumpieron los nervios y el miedo, aunque sólo hubieran sido unos pocos segundos de sacudida. Pero mi terremoto interior en aquella época no lo medía la escala de Richter, y entre la confusión del momento yo sólo quería escapar de aquel lugar. Tomé la biografía de Plath que estaba leyendo entonces y salí de casa, cruzándome con vecinos que habían salido a la calle y hacían corrillo unidos por el temor. Me alejé paseando del barrio hasta que encontré un lugar donde sentarme y calmar mi temblor interno a través de las páginas del libro.
  Han pasado más de veinticinco años de aquello, y la obra y figura de Sylvia Plath han continuado durante este tiempo replegándose y descubriéndose ante mí en diferentes formas y ocasiones. La última de ellas, como inesperado regalo para la noche de Reyes, sucedió el pasado viernes 6 de enero.

  En la madrileña sala Nave 73 (que sigue acertando con su cuidada programación) asistí a la función de "El techo de cristal. Anne y Sylvia" de la compañía La Pitbull Teatro, en la que se recrea el encuentro entre Sylvia Plath y Anne Sexton, otra gran poeta norteamericana, a raíz de la participación de ambas en un taller de escritura impartido por el también poeta Robert Lowell. Así, la obra nos traslada al Boston de 1959, donde estas escritoras se conocieron y se reconocieron la una en la otra, y una muy interesante dramaturgia, obra de Laura Rubio Galletero, nos hace imaginar las conversaciones entre ambas en el bar del hotel Ritz. Apurando un dry Martini tras otro, las protagonistas nos envuelven con sus reflexiones acerca de la vida y el hecho creativo, todo ello planteado desde un necesario punto de vista feminista. Y es que el techo de cristal al que hace referencia el título del montaje continúa existiendo, por desgracia, y aquellas escritoras se debatían entre potenciar su talento y carrera profesional (la búsqueda del poema perfecto) o cumplir obedientemente el papel de madres y amas de casa que la sociedad les reclamaba. 
 Pero lo mejor de la propuesta (puesta en escena a cargo de Cecilia Geijo) es que este diálogo no se queda en el plano meramente intelectual, sino que presenciamos un verdadero hecho teatral donde las ideas se ponen a disposición de la acción dramática. La escenografía y los sucesivos cambios de espacio aportan dinamismo, el acertado diseño de iluminación consigue el clima adecuado y todo ello queda envuelto por ritmos de jazz: comenzar y terminar el espectáculo con la maravillosa Nina Simone no parece que haya sido una decisión arbitraria. Un logro destacado es también que la obra funciona al margen de que el espectador conozca o no la biografía de Sylvia Plath y Anne Sexton, interpretadas respectivamente por Montse Gabriel y Luzía Eviza, ambas convincentes y emocionantes. 


  La paradoja del espectáculo (teatro y paradoja son compañeros de viaje) es que la vida y obra de estas dos grandes mujeres, a pesar de estar marcadas por el dolor (muerte prematura del padre, trastornos psicológicos, suicidio, negación y ocultación de su talento desde el machismo circundante...), se convierten sobre el escenario en un canto a la vida, a la amistad y a lo intensamente fecunda que puede ser el alma humana.
http://www.lapitbullteatro.com/
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http://nave73.es/portfolio-item/el-techo-de-cristal/