El corazón hambriento como el mar. Festival SURGE. Teatro El Umbral de Primavera. Octubre 2020

jueves, 23 de diciembre de 2021

Nube Nube

 


  Era una tarde en la que parecían arreciar los nubarrones de la preocupación. Este tiempo tan cambiante puede provocar marejada en cualquiera, es cierto. Por fortuna, Luz y Marcello tenían el remedio para que olvidáramos estas preocupaciones y ayer nos brindaron una historia entrañable. Estos mágicos personajes, como mágico es el mismo amor, se conocen por accidente. Y nunca mejor dicho; pero un accidente lleno de ilusiones y buen humor.
  Periferia Teatro realiza en Nube Nube un trabajo de trazos poéticos, siempre estucado con risa y sonrisa. Los amores imposibles también pueden revestirse de ternura. 




  Cada detalle está muy cuidado, y se agradece, tanto en la parte estética como en la manipulación e interpretación. Mariso e Iris nos llevan por la historia creando el clima adecuado para su desarrollo; además de geniales titiriteras, no descuidan sus facetas narradora y de actriz (me gustó, especialmente, el cuidado puesto en las voces) y llegan a descubrirse como estupendas maestras de ceremonias del circo donde los protagonistas se reencuentran.
  Los cincuenta minutos del espectáculo se nos pasan entre nubes, sin enterarnos, y nos muestran que a pesar de las tormentas que podamos encontrar, el verdadero amor siempre es refugio y siempre nos ofrece su capacidad de comprender.

  

viernes, 5 de noviembre de 2021

La pasión de Jarret

 


  Los jarretistas estamos de enhorabuena 
por la llegada de estos lúcidos profetas,
que con humor toligo pinchao en vena
expanden su palabra como si fueran saetas.
Estos profetas lo son también en su tierra,
las fértiles tierras toligas del amor,
y ningún proselitismo antes tuviera
ni una millonésima parte de su valor.
Evangelizan desde el escenario
con el credo de Jarret, nuestro Señor,
para que en este mundo mísero y precario
reine sobre todas las cosas el verdadero amor.
Y no predican solos en el desierto
pues no es desierto un vergel de carcajadas,
ya que somos muchos sus fieles, es cierto,
y con la risa nuestras almas eSTAN abrazadas.
No llames MOCHALES a estas pasiones,
que aGONizan SOLO si faltas a la eucaristía,
un ESTERtor amoroso creador de vocaciones
como el del ABAD que enciende la homilía.
Pecadores, deslumbraos con este peNACHO viril,
será vuestra luz, vuestra guía, 
un faro IBÉRICO, un gran candil,
alabemos todos que ya llegó el gran día.
Oh, hermanos, hay que ir siempre a más,
tal y como dice Jarret, nuestro maestro,
siempre acudir a más bolos de Toligos Teatro, tris tras,
ni lo ves ni lo verás, que al agnosticismo defenestro.











 

miércoles, 27 de octubre de 2021

El bar que se tragó a todos los españoles / El Ministerio que se tragó a todos los técnicos

 


  El pasado veintitrés de septiembre teníamos previsto ver en el madrileño Valle Inclán uno de los éxitos de la pasada temporada, prorrogado al comienzo de esta en la que nos encontramos. Éramos conscientes desde tiempo atrás que la rentrée de este año estaría marcada por las movilizaciones de los técnicos del INAEM. De este modo acudimos al teatro sabiendo que, seguramente, la huelga anunciada por los mismos no se desconvocaría y que, como finalmente sucedió, la función se cancelaría.
  Todo lo que rodea este conflicto nos da la medida del país en el que vivimos y lo desconocido que resulta para todo el mundo, incluida la propia Administración, el trabajo de quienes se levantan cada día para sustentar nuestra cultura. Las bases que rigen la convocatoria de oposiciones para los técnicos de nuestros teatros públicos son un auténtico despropósito, expulsan a muchos profesionales que durante años y años han ido encadenando contratos temporales y demuestran no conocer en absoluto el sector que están condenando.


  En el colegio siempre se tildan de "marías" las asignaturas a las que no se da importancia para el currículo escolar, aquellas por las que nadie se preocupa. Algo así sucede en este país con el Ministerio de Cultura (actualmente Ministerio de Cultura y Deporte), una "maría" a la que no se da importancia alguna y cuyos titulares han demostrado a lo largo de los tiempos completo desconocimiento de su cartera. Las declaraciones del actual Ministro, Miquel Iceta, a quien la patata caliente le ha caído sin que tenga ni idea de dónde le han metido, son sonrojantes. La demanda interpuesta contra los técnicos, alegando ilegalidad en los paros, supone directamente violencia contra los trabajadores. Afortunadamente, esto último parece haberse solucionado con el acto de conciliación firmado por las partes en la Audiencia Nacional. 
  Todos los técnicos afectados poseen formación específica para sus puestos de trabajo, muchos de ellos a través de los cursos impartidos por el Centro de Tecnología del Espectáculo, dependiente del propio INAEM, pero que son enseñanzas no regladas. Y ahora resulta que esa formación no les permite presentarse a las oposiciones porque se les exige estar en posesión de un título de Grado Superior FP. Tampoco les cuenta para nada la experiencia acumulada. Eso sí, en un futuro podrían trabajar en sus puestos personas sin ninguna experiencia en teatros, ya que no existe una titulación específica para las labores técnicas de los espacios escénicos. Con la gravedad de que la Secretaría de Estado de Función Pública, encargada de convocar los procesos selectivos, publicó las bases con un informe del INAEM que les advertía del problema que se iban a encontrar si no se modificaban. 
  Un auténtico disparate. Las movilizaciones continúan, siguen convocándose paros y se están suspendiendo estrenos y funciones en todos los espacios dependientes del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música. Y, de momento, la Administración se niega a modificar nada y la convocatoria de empleo público continúa adelante. Veremos cómo acaba todo. Por ahora, apoyemos a los técnicos y técnicas en su lucha, que es la de todxs.


  Y aunque no lo parezca, no me olvido de que había abierto esta página de mi diario para hablar de la última obra de Alfredo Sanzol, que pude ver finalmente unos días después del primer intento. Primera pieza que escribe y dirige como director del centro Dramático Nacional, con un diseño de producción en el que todos los recursos de que dispone se justifican en una puesta en escena brillante. Una historia que retrata a lo largo de tres horas lo que este país ha sido y lo que sigue siendo, puesto que somos la herencia de aquella sociedad que retrata, la que se construyó con el silencio como banda sonora. 
  El desarrollo de la función se interrumpe con un intermedio que, a mi modo de ver, distingue dos partes diferenciadas en la narración dramática. Personalmente, con toda la primera parte, no podía dejar de sentir admiración por una dramaturgia precisa, elegante y divertida. La historia del protagonista, sacerdote que quiere colgar los hábitos para comenzar a elegir su propia vida, avanza con un humor fino, inteligente, trufado de hondas reflexiones de cariz existencialista, también de tono poético y de carácter político. El texto es de una riqueza que impresiona, arrastra al espectador que disfruta entre risas y suspiros.
  Sin embargo, en la segunda parte creo que la obra deriva, sobre todo en toda la parte que transcurre en Roma, en un humor de trazo grueso que al final cansa por exagerado y que termina provocando la sensación de estar viendo otra obra distinta. Al final del espectáculo no pude dejar de sentir una pequeña decepción al desinflarse el entusiasmo que había sentido durante más de la mitad de su duración. Se pierde un poco la poesía y la reflexión anteriores en el bosque de carcajada gruesa en que se convierte el tramo final del montaje. 
  Aún así, estoy deseando poder leer el texto, publicado en libro, para disfrutar con calma algunos pasajes que son absolutamente maravillosos, como es, por ejemplo, el momento en que se habla de la libertad y se la relaciona directamente con el concepto de responsabilidad. Literatura dramática de muy alto nivel.


  Destacar también al elenco, todo él en estado de gracia y que nos brinda unas interpretaciones de quitarse el sombrero. Si una obra tan superlativa como esta se sostiene, es gracias a la autenticidad que imprimen sus actuaciones.
  Ojalá el amor y el entusiasmo que muchos sentimos por el teatro y la cultura en general se contagiara entre nuestros gobernantes. Que aquel país de charanga y pandereta que describía Antonio Machado en su poema "El mañana efímero", quedase atrás. Que la fuerza del silencio que denuncia Sanzol no siguiera reprimiéndonos. Ojalá.
  


  




jueves, 21 de octubre de 2021

Conservando memoria

 


  Cuando yo era niño, todos los años mis padres, junto a unos tíos míos, se desplazaban a la Ribera Navarra para comprar pimientos del piquillo. En aquella época la producción todavía no se había deslocalizado a China o Perú, y así, un sábado o un domingo, iban desde Pamplona hasta Lodosa o Mendavia para volver con los coches cargados de esta rica hortaliza. En los días siguientes se asaban los pimientos en casa, nuestro piso se impregnaba de ese aroma maravilloso que fluye al hacerlo. Después de asados se pelaban a mano, se retiraban las semillas y el pedúnculo y se embotaban para conservarlos durante la temporada. 
  Todo esto que acabo de describir pertenece al recuerdo. Poco a poco, el encuentro en torno a la mesa de una cocina, lo manual, lo ritual, se ha ido perdiendo. Lo frenético de nuestro actual modelo social ha ido invadiendo nuestras vidas, parece que solo lo inmediato tiene sentido; detenerse en las cosas, en los momentos, parece algo del pasado. Me gustaría pensar que el encuentro en torno al escenario de un teatro perpetúa la necesidad real que tenemos de compartir; la verdadera, no la impuesta por las redes sociales, redes en las que es fácil quedarse atrapado, auténticas redes de arrastre.



  Partiendo de la idea de embotar los recuerdos del pasado nace "Conservando memoria". Meter los recuerdos, literalmente tal y como ellos mismos dicen, en botes de cristal para su conservación: de conservare, para que permanezcan con nosotros. Un juego escénico de El Patio Teatro que se despliega como auténtico poema visual, pero que no se queda solo en la delicadeza estética con la que se ejecuta. Izaskun Fernández y Julián Sáenz-López crean esta pieza como un ritual de despedida. Trenzando los recuerdos de los cuatro abuelos de Izaskun, erigieron el espectáculo como un homenaje antes de que estos ya no estuvieran. A través del lenguaje de los objetos, de lo pequeño, de lo manual, se transita de lo personal a lo colectivo, un homenaje a una generación con el que cualquiera puede sentirse identificado y emocionarse.
  Siempre pienso en esa línea invisible que nos une con el pasado y este espectáculo consigue dar puntada con hilo sobre ella. Y lo hace con un hilo realmente valioso, ya que su significado no se limita al interés propio, no esconde nada, y la desnudez de su intimidad acaba hilvanando los recuerdos de todo el público asistente.



  



  

  

  

miércoles, 6 de octubre de 2021

El inicio de un verano

   Estamos ya en pleno tiempo otoñal pero, aún así, quiero hoy recordar el inicio del verano que se evaporó hace unas pocas semanas. 

  Tras un 2020 que nunca olvidaremos, es cierto que el presente año no ha terminado de mejorar las graves situaciones provocadas por aquel. Sin embargo, a pesar de las circunstancias, la llegada del verano nos animó a dejarnos empujar por la vida, a buscar de nuevo el disfrute de lo que se nos había privado durante tanto tiempo. En mi caso, viajar por las carreteras españolas y hacerlo para presenciar dos de los festivales de teatro más importantes de este país. Primero el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y, una semana después, el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. 

 

  Viajar a Extremadura siempre es motivo de gozo; sus paisajes, sus gentes, su rica gastronomía... Muchas veces, hablando con amigos que también tienen una especial querencia por esta región, coincidimos en que es una gran desconocida y que mucha gente tiene una idea muy equivocada de cómo es en realidad. Yo siempre animo a conocer esta comunidad autónoma, con muchos lugares de interés para conocer y de una gran diversidad.
  Mérida, su capital, fue declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993. Es una ciudad viva, con un patrimonio artístico y cultural impresionante y que invita a callejear y descubrir rincones que no aparecen en las guías turísticas. La bella ribera del Guadiana, ejemplarmente acondicionada, otorga la posibilidad de disfrutar del paseo; los restos arqueológicos, tan bien conservados, permiten un viaje en el tiempo que ensancha nuestra mente. 
  Como curiosidad, os muestro unas fotos que hice del Pórtico del antiguo Foro Municipal de Augusta Emerita, construido a mediados del siglo I a imagen y semejanza del Foro de Augusto en Roma. Y, lo curioso, es que la imagen que representa al Festival de Teatro Clásico no procede del Teatro Romano, como podría pensarse, sino de este edificio. 


  En concreto, la imagen del medallón representa a Júpiter-Amón y es la que podemos ver reproducida en el diseño gráfico del festival.
  El fin de semana que estuvimos en Mérida se programó el espectáculo "Los dioses y el dios", trabajo muy libre de Rafael Álvarez El Brujo a partir de la obra "Anfitrión", de Plauto. El Brujo es ya un género teatral en sí mismo; le he visto actuar en varias ocasiones, pero la primera de ellas fue sobre el escenario de la Escuela Navarra de Teatro, en Pamplona. Eran mis tiempos de iniciación en el teatro, estudiaba en la Escuela y cada fin de semana disfrutaba con los espectáculos programados en su sala. Fue allí donde descubrí sobre las tablas a este cómico, que sabe meterse al público en el bolsillo como nadie. 

 

  Veinticinco años después sigue en forma, eso está claro. Pero también es cierto que la sorpresa va desapareciendo conforme más veces le ves, y quedan muy a la vista los remiendos que componen el traje. Por un lado su vis cómica, indiscutible, y por otro, la profundidad humanística con la que alterna su propuesta. Y siempre, marca de la casa, aprovechando al vuelo cualquier noticia de actualidad para insertarla en su recital. Todo esto se repite en cada una de sus obras e, incluso, él mismo hace chanza con ello jugando a no tener claro si está representando Anfitrión, el Quijote o el Lazarillo de Tormes.
 Desde luego, hay momentos en los que la risa se destapa de verdad y, también, momentos de honda reflexión en los que dice verdades que nunca hay que dejar de recordar. Pero al mismo tiempo aparece, en ocasiones, un tipo de humor que en este país ya debería estar superado y que no entiendo cómo puede gustar todavía (claramente machista). Y lo repetitivo y alargado de algunas improvisaciones (la mofa a la Oficina del Español, del chaquetero Toni Cantó) cansan y añaden minutos al espectáculo innecesariamente. Una fiesta del teatro en cualquier caso, y más si se celebra en un marco tan impresionante como el Teatro Romano de Mérida. El mismo día que estuvimos viendo a El Brujo, lo visitamos al mediodía y su magia te transporta realmente en el tiempo.

 

  El fin de semana siguiente nos trasladamos a Almagro, bella población castellana que nos sumerge en nuestro fecundo Siglo de Oro. Y del mismo modo que viajamos del teatro greco-latino al de nuestros autores renacentistas y barrocos, yo me reencontré de nuevo con mis comienzos escénicos en un viaje de ida y vuelta. El caso es que, este año, la comunidad autónoma invitada por el Festival ha sido Navarra y, de este modo, varias producciones procedentes de mi tierra natal viajaron hasta este enclave histórico. 


  Coincidir con compañeras que presentaron sus trabajos en Almagro me hizo especial ilusión, y más este año, con todas las dificultades que se han pasado y lo que suponía volver a salir de gira. Mis amigas de Pasadas las 4 y de T'Diferencia Teatro mostraron sus espectáculos "El burlador sin sardina" y "Laberinto de Juana Inés", algo de lo que enorgullecerse y que da muestra de la gran cantera teatral que supone la Escuela Navarra de Teatro en aquella comunidad. 
  Completamos la visita a Almagro recorriendo su Museo Nacional del Teatro, un recomendable paseo por la historia de las artes escénicas al que, seguro, regresaremos en un futuro.

  Y ahora, tras compartir estos recuerdos desde el revuelto otoño, tan solo nos queda esperar que vuelvan muchos, muchos más veranos.
  



  



 


 




viernes, 10 de septiembre de 2021

Titirimundi. La dernière danse de Brigitte

 


  La semana pasada vivimos una nueva edición de Titirimundi, en la ciudad de Segovia. Una cita imprescindible incluso en las actuales condiciones en las que el festival debe realizarse. Si ya los protocolos a aplicar, motivados por la pandemia, restan un poco al espíritu del encuentro (hay menos ambiente callejero), la organización ha debido enfrentarse este año a un recorte del presupuesto asignado por la Junta de Castilla y León de 85.000 euros. Aún así, lo han conseguido sacar adelante con gran esfuerzo comprimiendo el festival a cuatro días, con una programación de gran calidad y obteniendo una respuesta del público estupenda. Titirimundi es un pulmón para esta hermosa ciudad castellana, y todos agradecemos que nos hayan hecho respirar arte, creatividad y diversión.


  Pudimos disfrutar de espectáculos que se habían desdoblado visitando también Madrid, en el Teatro de Títeres de El Retiro, como los del húngaro Bence Sarkadi o los de Teatro Matita, de Eslovenia. Tampoco faltaron clásicos del festival como "El circo de las pulgas" y para todos sus seguidores, que somos muchos, La Chana estrenó aquí su nuevo espectáculo, "Balada para una revolución".
  
  El título que encabeza esta entrada es el del espectáculo de la compañía Zero en conducta, que llevaron a cabo sobre el escenario del bello Jardín del Seminario. Una propuesta en la que se aúna el lenguaje de los títeres y teatro de objetos con el de la danza, seña característica de este grupo, y que con un aire melancólico deja fluir muchas sonrisas entre los asistentes.
  Un montaje en el que cada detalle está cuidado con mucho esmero tanto en el baile, actuación y manipulación, como en el diseño de producción. Una anciana Brigitte recuerda su pasado como bailarina, una serie de imágenes vuelven a ella y se encarnan a la vista del público. Una bella reflexión sobre el paso del tiempo, la importancia de nuestras vivencias y anhelos y el reconocimiento de que, a pesar de que nuestro paso por la vida tiene un final siempre tiene sentido. Personalmente me encantó la doble manipulación de la Brigitte niña, donde las técnicas del títere y de danza contact se fundían. Para despedida, Brigitte se anima y marca el aplauso de los asistentes a ritmo de scratch sobre el viejo gramófono, dejándonos la sensación de haber presenciado una emocionante historia.
  
Para terminar, solo queda añadir ¡larga vida a Titirimundi! Ojalá sigamos teniendo festival por muchos años y sigamos emocionándonos con todas las propuestas que su equipo nos brinda.




  



jueves, 2 de septiembre de 2021

AHAB, viaje al infierno

 


  Dentro del festival FIT Madriz! 2021 que celebramos en el Teatro de Títeres de El Retiro, la semana pasada recibimos la visita de Teatro Percutor. Su obra "AHAB, viaje al infierno" abría la sección dedicada a los espectáculos de títeres y objetos dirigidos a un público adulto. El mundo del títere es un territorio fecundo, pero muchas personas lo asocian exclusivamente a la creación para niños y niñas. Sin embargo, existen muchas propuestas que desmienten este tópico y la que nos ocupa es una de ellas. 
  A partir de la novela "Moby Dick", de Herman Melville, Sergio López crea una personalísima versión que trasciende la obra literaria y que envuelve al espectador hasta ponerlo delante de su propio oleaje, el personal y el colectivo. 


  La puesta en escena es poderosa, un embate contra el público que implica a todos los sentidos. Es, al mismo tiempo, algo épico e íntimo. Nos enrolamos junto al capitán Ahab y sentimos la marejada, el olor a salitre y pescado crudo, el sonido aullante del fuerte viento y de los truenos. El cuidado diseño del espacio sonoro, la iluminación tenue cual lámpara con aceite de ballena, el ritmo ahora calmado pero que luego torna encrespado por el oleaje, consiguen que los asistentes se sientan en el mismo corazón de la tormenta. Y se siente la aventura, una llamada algo primitiva, olvidada, que retrotrae a aquellas lecturas juveniles de Salgari, Verne, Stevenson o el propio Melville.


  Esto no tiene, en cualquier caso, aroma nostálgico. Porque en la propuesta, sin necesidad de subrayar nada o caer en mensajes simplones, subyace una cuestión que debería ser nuestra principal preocupación en estos momentos. La de qué estamos haciendo, los humanos, con este planeta. Nosotros lo necesitamos a él, pero él a nosotros no, y seguimos ignorando este hecho. El espectáculo representa esa simbiosis necesaria para nuestra propia supervivencia. Pretender doblegar a la Naturaleza es empresa propia de necios imprudentes, Ahab lo sabía, y en su lucha y conflicto podemos vernos todos reflejados. 
  Con este montaje, primero de una trilogía, la compañía comienza una línea de investigación muy personal en torno al concepto del viaje. Esperaremos a los siguientes proyectos para dejarnos llevar por ellos. Mientras, seguiremos luchando inmersos en este infierno.






miércoles, 12 de mayo de 2021

Hoy puede ser mi gran noche

 


  Nueva oportunidad para disfrutar de este montaje en los escenarios madrileños. Sobre las tablas de El Teatro del Barrio la compañía Teatro En Vilo nos invita a compartir con ellas esta gran noche. Compartir. Esa es la sensación que a uno se le queda tras presenciar este espectáculo; que de manera generosa han compartido algo muy íntimo con nosotros. Espectáculo. Porque lo que nos ofrecen se viste como tal, ágil y divertido, aunque trascienda por mucho este hecho. Las hermanas Rodríguez, Noemi y Darlene, comparten con el público algo que les pertenece pero que, al mismo tiempo, también es nuestro. Nos cuentan sus recuerdos de infancia en la España de los noventa, ese país propulsado hacia una modernidad que tenía mucho de decorado, de brillante puesta en escena. Como mucho brillo hay en esta propuesta inteligente que baila de lo personal a lo colectivo, de lo anecdótico a lo general.
  A este baile nos invitan. Para bailar pegados, por supuesto. Sergio Dalma, Azúcar Moreno y otros éxitos de la época fueron parte de la banda sonora sobre la que, en un hogar gallego, se tejieron sueños en bucle. Sueños como los que todos tuvimos alguna vez. Algunos se cumplieron, tal vez. Otros no. Muchos se quedaron a medias. Como ellas mismas dicen esta obra es "...un canto a los perdedores, a los que nunca dejan de esperar su momento".


  Esta sociedad competitiva en la que vivimos no para de repetirnos que debemos aspirar al éxito. Mensajes de falso contenido nos animan diciendo que todo aquel que se esfuerce lo conseguirá. No siempre es así, claro. Pocos alcanzan el triunfo y muchos son los que, a pesar de todo el esfuerzo, nunca llegan a la línea de meta. Nos pasa como individuos, y visto lo visto, también como país. Born to lose, como decía la canción. Darlene y Noemi nos enfrentan a esta realidad, por medio de una risa que se alimenta de la nostalgia pero que nos confronta con el presente. Todo el despliegue escénico sume al espectador en una fiesta, aunque no pueda asegurarse la ausencia posterior de resaca. Noemi Rodríguez, con un registro interpretativo de paleta amplia, conecta con los espectadores casi desde el minuto uno. Nos sumerge en su historia familiar, en sus anhelos de niña. En cómo quería parecerse a su héroe personal, su propio padre, cantante de orquesta de quien hereda el amor por la actuación. Su energía contagiosa hace que el público empatice con su experiencia que, como ya he dicho, es la de muchos. La dirección de Andrea Jiménez consigue que sí, que pasemos una gran noche con el humor y la sensibilidad que caracterizan a esta compañía. Si podéis, no os lo perdáis.







  



viernes, 7 de mayo de 2021

Los niños del Winnipeg

 

Edurne Rankin en "Los niños del Winnepeg"

  Ayer tuvimos la suerte de que el Winnipeg fondeara en la Casa de América en Madrid. La compañía hispano-chilena La llave maestra nos ofreció un emotivo ejercicio contra la amnesia histórica. Más necesario, si cabe, en estos tiempos turbulentos que estamos viviendo. En 1939 el gobierno chileno, por medio de Pablo Neruda en condición de cónsul delegado para la inmigración española en París, fletó un barco carguero que trasladó hasta su país a cerca de 2200 exiliados españoles desde los campos de concentración del sur de Francia. Aquel viaje hacia una nueva vida comenzó un cuatro de agosto, arribando a Valparaíso un mes después, el tres de septiembre.
  El espectáculo nació en Chile para conmemorar este episodio histórico y, ahora, recorre el viaje a la inversa para que podamos disfrutarlo en nuestros escenarios. Edurne Rankin va desgranando la narración con sensibilidad y maestría contadora, poniendo voz a los niños y niñas que protagonizan esta historia. Y es que su visión sobre la experiencia de sufrir la guerra civil, el exilio atravesando los Pirineos y el viaje posterior cruzando el Atlántico, es sobre la que se sostiene la dramaturgia. 

Niños pasajeros del Winnipeg, 1939

  Una puesta en escena sencilla sustentada en la narración oral, que emociona y envuelve al espectador, apoyándose en elementos que van surgiendo del vestido mágico que porta la actriz. 
  Cuando aquellas pequeñas víctimas de la guerra llegaron a un país que no era el suyo, se les recibió con los brazos abiertos, tuvieron la oportunidad de crear un proyecto de vida y volver a echar raíces. La solidaridad entre pueblos es todavía necesaria y está llena de sentido. La solidaridad humana al fin y al cabo. Y posiciones como la que mostró la ultraderecha en la pasada campaña electoral madrileña, criminalizando a menores inmigrantes con su política del odio, deberían ser desterradas para siempre.

Pablo Neruda y el Winnipeg





  








sábado, 27 de marzo de 2021

Día Mundial del Teatro 2021


"El valle del asombro". Peter Brook

  
  Hoy 27 de marzo celebramos el Día Mundial del Teatro. Una celebración teñida por todo lo vivido a causa de la pandemia que nos afecta. Si de algo ha servido lo sucedido a lo largo del último año, ha sido para dejar al descubierto todas nuestras vergüenzas como sociedad. El desmantelamiento de los servicios públicos a lo largo del tiempo tiene consecuencias, y donde nos decían que teníamos la mejor sanidad del mundo se comprueba ahora como los sanitarios están enfrentándose a esta crisis en condiciones lamentables. ¿Hemos aprendido algo en este tiempo? Me temo que no mucho, a tenor de la dirección que están tomando las cosas. ¿Qué puede aportar el mundo del teatro a la necesaria reflexión sobre el devenir de nuestra época? El mundo de la cultura en general, y el teatro en particular, no pueden quedar al margen de la sociedad. Pero en muchas ocasiones, demasiadas, tengo la sensación de que la cultura solo interesa a quienes hacemos cultura. Con un sector atomizado (aunque sí que hubo el año pasado un movimiento para aglutinar a asociaciones profesionales de diferentes artes en nuestras reivindicaciones ante la Administración), un Ministro de Cultura desconocedor absoluto de su ramo, e innumerables compañías y artistas afectados por programaciones canceladas y abocados a la inactividad, parece complicado hacerse oír. 
  Todavía el tejido de la industria cultural en este país se estaba recuperando de la crisis del 2009, y para muchos y muchas, la pandemia está suponiendo una fatal estocada. La lucha por la subsistencia personal a la que cada uno parecemos condenados, no debería impedir tener una visión amplia del escenario de la vida. El teatro es, precisamente, un arte de la colectividad. Del colectivo de artistas que ponen en pie un espectáculo, y del colectivo que forma el público cuya mirada es imprescindible para completar la obra. Esta pandemia ha descubierto un mundo en el que la rapiña impera incluso entre estados, en el que este voraz sistema capitalista convierte en puro negocio la salud de las personas. Como si de una pieza dirigida por Peter Brook se tratara, persigamos la esencia valiosa de las cosas, dejemos a un lado lo superfluo. En la comunidad teatral deberíamos tener claro por qué nos subimos a las tablas, no transigir con rémoras adquiridas en el pasado, hacer valer nuestra profesión. Deberíamos rechazar el participar en este río revuelto y aunque el show deba continuar, que no lo haga a cualquier precio. Pienso en todas las compañeras y compañeros de oficio, en nuestra fragilidad y también en nuestras fortalezas. La mayoría hemos vivido siempre en un inestable equilibrio, pero ahora parece que ni siquiera tenemos un fino cable en el que apoyar nuestros pies. Somos supervivientes natos, sabemos adaptarnos y readaptarnos las veces que haga falta. Trabajamos con los mejores mimbres, los de la humanidad que cada uno encierra. Y saldremos adelante gracias al mismo valor y determinación que una vez nos empujaron a dedicarnos a esta profesión que tanto amamos. 

sábado, 13 de marzo de 2021

Un Elefante en Eroski

  Han pasado ya diecisiete años desde que hice este anuncio, ahí es nada. El elefante, que en realidad era elefanta, venía de un circo que en ese momento se encontraba en Zaragoza. Se rodó en el hipermercado Eroski de Berriozar, una pequeña localidad a las afueras de Pamplona. Tuve la oportunidad de trabajar con compañeros que conocía del mundo teatral y todo funcionó estupendamente. Me imagino que en el presupuesto de esta producción habrían incluido todos los paquetes de pan de molde que la elefanta iba tragándose, con bolsa y todo, al recorrer los pasillos del hiper en cada toma. ¡Le gustaban más que los plátanos!


#publicidad #rodaje #actor #televisión


viernes, 5 de marzo de 2021

Río Grande


  Esta fue mi microaportación para el certamen Por aquí pasa un río, organizado por el Ayuntamiento de Córdoba. El resultado fue una bonita publicación de microrrelatos y fotografías en torno al río Guadalquivir.



RÍO GRANDE

  Éramos tan solo una panda de renacuajos cuando, en aquellas tardes de verano libres de obligaciones escolares, trepábamos al campanario de la iglesia. Desde la espadaña vislumbrábamos toda la comarca, sus campos, el río, aquella maravillosa templanza. ¡Bajad de ahí ahora mismo!, gritaba algún parroquiano al descubrirnos y, entre el susto y la risa, se iniciaba la estampida del séptimo de chiquillería. Corriendo hacia el río huíamos, a zancadas, riendo y blasfemando. ¡Cuidado, rapaza!, avisábamos, cuando alguna niña se cruzaba y le tirábamos del pelo, o a otra a la que siempre gritábamos ¡al Juan le gustas! sin que ninguno de nosotros conociera a Juan alguno. Aún sofocados por la carrera, pero ya lejos del supuesto peligro, nos tumbábamos en la tierra con los ojos cerrados y, escuchando los sonidos del Guadalquivir, enumerábamos nuestras próximas aventuras, trastadas o cualquier otra bravuconada que se nos ocurriera. Nos llamábamos a nosotros mismos La Banda Sin Perdón.
  Lo que fuimos descubriendo con la edad, es que lo único que no perdona es el paso del tiempo. Aquellos veranos llegaron a su fin, la inocencia alcanzó su particular otoño y las gestas infantiles dieron paso a otras menos inconscientes, a aquellas que la madurez resta espontaneidad. Pasaron unos cuantos años, eran finales de los setenta, y mis padres habían decidido dejar el pueblo para instalarse en Córdoba. Un día me la encontré volviendo de la universidad, en cuyo cinefórum se había proyectado Río Grande, de John Ford. Su familia también se había trasladado a la ciudad y, a pesar del tiempo transcurrido, nos reconocimos al instante, un reencuentro como el de John Wayne y Maureen O'Hara en el clásico western. Dimos un paseo por la ribera del río y allí mismo, junto al al-wadi- al-kabir, nuestro río grande particular, nos besamos. Un beso que dura ya más de treinta años y que ningún apache ha podido interrumpir. Porque como muchas veces me recuerda riéndose, ¡que a mí no me gustaba Juan, que me gustabas tú!