El corazón hambriento como el mar. Festival SURGE. Teatro El Umbral de Primavera. Octubre 2020

jueves, 21 de diciembre de 2017

La noche justo antes de los bosques

  La pasada temporada dejé constancia en este diario personal de mi admiración por el montaje de "La tempestad", que tanto pude gozar en el Teatro La Puerta Estrecha. José Gonçalo Pais interpretaba entonces el personaje de Ariel, y su gran trabajo le valió el premio Godoff al mejor intérprete masculino a principios de este 2017 que ya casi acaba. En esta ocasión, se enfrenta solo en el escenario a un auténtico tour de force, en complicidad absoluta con el director del espectáculo, César Barló quién dirigiera brillantemente también la obra de Shakespeare a la que me he referido. Este tándem se adentra en "La noche justo antes de los bosques", de Bernard Marie Koltès, sin temer ninguna oscuridad amenazante. Sabiendo que, sólo al atravesar de manera sincera las tripas y el corazón de este texto, se podría hallar la luz que contiene. 
  No había tenido oportunidad desde que estudié a Koltès en la Escuela (y ya hace veinte años...) de ver representada ninguna de sus obras. Creo que he leído todas ellas y siempre me fascinó, pero no es frecuente que sus textos suban al escenario, al menos en este país. El dramaturgo francés, uno de los más importantes del pasado siglo XX, fue un auténtico torrente dramático; sus obras parecen una vomitona denunciante de todos los vicios y vergüenzas de nuestra sociedad biempensante. Y aunque pareciera que escribía siempre al límite, el lirismo y la calidad de su literatura dramática dotan a su obra de una humanidad inmensa. Porque sus textos son teatrales, son acción, y son llevados por unos personajes de una fisicidad aplastante.
  Tuve la suerte de que el día en que vi la función hubo un posterior coloquio con el actor y el director, donde desentrañaron algunas de las claves de su creación. Se agradece el gesto y, más todavía, la entrega rigurosa y apasionada a su trabajo, el entender el hecho teatral como algo más que un entretenimiento huero. Toda la labor de investigación realizada ofrece como resultado un espectáculo valiente, intenso y de alto valor artístico. Alguno de los asistentes expresó que veía locura en el protagonista único de esta pieza; sin embargo para el dúo creador de esta propuesta, lo que define al personaje es, precisamente, una terrible lucidez. Y es que, en su parlamento desesperado, escupe, grita, suelta a bocajarro verdades como puños. De las que duelen, de las que incomodan. Sí, lo que yo vi fue un hombre desesperado por ser escuchado.
  Para que el espectador quede atrapado con el corazón en un puño mojado por la lluvia, hace falta, claro, un actor que consiga hacerle olvidar abrir el paraguas del alma. Y José Gonçalo Pais tiene ese magnetismo, esa fuerza para encarnar al personaje con la humanidad inmensa que antes citaba. Es reseñable la acertada idea del director de que el actor nunca mire de frente hacia el público. Siempre lo vemos de escorzo, o de espaldas a nosotros. Como bien explicó César Barló en la charla aludida, soltar todo este texto mirando directamente a los espectadores, podría resultar violentamente insoportable. Y la solución encontrada funciona muy bien tanto a nivel de movimiento escénico como de dramaturgia. De este modo, y tras poderse encontrar con el público reflejado en una pared-espejo durante el transcurso de la obra, justo al final se produce un encuentro real que sintetiza todos los anhelos y miedos con los que hemos convivido a lo largo de setenta minutos. Podríamos estar en el extrarradio de París, pero también en Tetuán o en Vallecas. 
  Mientras no deje de llovernos fango a todas horas, textos como el de Koltès no perderán su vigencia y el teatro como el que nos regala la compañía AlmaVivaTeatro seguirá siendo necesario.




jueves, 14 de diciembre de 2017

Cabaret paranormal

    Una artista de varietés. La visita de espíritus encarnándose en su cuerpo. Celos y acusaciones entre hermanas sirven el melodrama en bandeja. Pero la poesía sugerente y el verbo transgresor lo convierten en carne de cabaret. El circo también se presenta, es todo un juego donde los sentimientos se desnudan, para taparse luego con sedas y gasas de carcajada. Violette divierte a su público, y también sabe conducirlo para que confiese sus más oscuros deseos. Quiero ser diva como tú. Pero nadie canta como ella, eso no, su gran voz llena el escenario y atraviesa la gran falla espacio temporal que la separa de un turbio pasado. Sin que las risas decaigan es poseída (tengo un pasajero dentro de mi cuerpo, que decían los Parálisis Permanente) y junto al árbol genealógico de la danza, se presenta la danza macabra de un trauma. El árbol genealógico real que ha perdido ramas. Pero no hay que asustarse: Estefanía de Paz no permite que dejemos de reírnos. Violette no es Norma Desmond, y su crepúsculo todavía queda muy lejos.

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lunes, 4 de diciembre de 2017

Bodas de sangre

  Federico García Lorca fue un genio y, como suele suceder en este país, nunca será lo suficientemente reconocido. Al menos fuera del ámbito de la cultura, del teatro en particular. Con la desaparición de las Humanidades en nuestra enseñanza, con la negación de todo lo que no sea espectáculo vacuo, la grandeza artística e intelectual, el poder creativo inmenso del granadino universal, parecen relegados al cajón de lo folclórico, algo antiguo y casi molesto. Incluso de compañeros teatreros he tenido que, en alguna ocasión, oír comentarios sobre qué pesados, otro Lorca más... En Inglaterra todos los escolares leen las obras de Shakespeare, sus obras se representan continuamente, son parte de la cultura cotidiana. Esta diferencia se vio claramente, el año pasado, en la conmemoración de los aniversarios del dramaturgo inglés y de nuestro Miguel de Cervantes. Falta de implicación de las administraciones, improvisación, rellenos de programación a última hora... dejaron en evidencia el poco valor que otorgamos a nuestro patrimonio cultural.
  Por fortuna, de tanto en tanto, nuestros teatros públicos brindan la oportunidad de regresar a la obra lorquiana. El Centro Dramático Nacional produce este "Bodas de sangre" que podemos ver en el Teatro María Guerrero, con dirección de Pablo Messiez. El argentino, plenamente integrado en nuestra escena desde hace ya mucho, acepta el encargo de llevar al escenario la obra, que respeta y brinda casi de modo canónico. Un interesante inicio, el preámbulo de la Muerte, da una pista falsa sobre cómo puede desarrollarse el montaje. Tras este comienzo de aparente gelidez, pero que puede quemar como toda verdad, donde la Muerte se pasea con su desnudez (con su verdad) por un espacio blanco y espectral, la obra continúa por otros derroteros más previsibles. Aún así, Messiez se otorga un par de licencias introduciendo versos de "Poeta en Nueva York" en diferentes escenas, decisión que queda totalmente justificada y tiene sentido pleno en el desarrollo de la acción. Especialmente en ese "Pequeño vals vienés", musicado por Leonard Cohen, y que en la interpretación de Guadalupe Álvarez adquiere tintes de fragilidad peligrosa. 
  En cualquier caso, lo más destacable de la propuesta, a mi juicio, es la labor de conjunto de todo el elenco. Es conocido el gran trabajo que hace Pablo Messiez con los actores, sustentando su teatro en la pura interpretación. Esa es su firma, sin necesidad de impostar nada que subraye su estilo de dirección. De este modo la acción va avanzando con nervio e intensidad, con la pasión que el texto requiere. Pero justo en los cuadros finales, todo se desencadena de una manera algo precipitada, y es una pena que la tensión generada quede de este modo un poco diluida.