El corazón hambriento como el mar. Festival SURGE. Teatro El Umbral de Primavera. Octubre 2020

jueves, 6 de abril de 2017

La judía de Toledo

  Durante el pasado mes de marzo, en el reluciente Teatro de la Comedia, pudimos ver esta coproducción entre la Compañía Nacional de Teatro Clásico y la Compañía Micomicón. La directora de ésta última, Laila Ripoll, es la encargada de la versión de la obra y dirección del montaje. Hace ya diez años, participé en un curso impartido por ella y organizado por la Unión de Actores, del que guardo muy grato recuerdo. Coincidimos un grupo de alumnos con alta predisposición para el trabajo y gran calidad humana (se ha mantenido desde entonces la relación entre varios de nosotros) y el rigor y la pasión de Laila se contagió entre todos. En aquel taller de interpretación de teatro en verso, trabajamos con varios textos de Lope de Vega, entre ellos la obra "La judía de Toledo", que alguno de nosotros no conocíamos hasta ese momento, ya que no suele nombrarse entre lo más destacado del genial dramaturgo.
  La puesta en escena que ahora tratamos se ha ambientado en la España franquista de los años sesenta-setenta. Esta elección funciona muy bien, al trasladar las pulsiones del conflicto a la sociedad tan oscura de aquellos años. La primera jornada de la que se compone la obra se convierte, en esta versión, en un capítulo del NO-DO, recurso que sirve para poder acortar la duración de la obra y situarnos perfectamente en el contexto en el que arranca la acción dramática. Sin embargo, a pesar del atractivo visual que esta elección conlleva, provoca que cuando los actores entran en escena sus personajes ya lleven consigo un recorrido que el público no ha presenciado. De este modo, el conflicto que se desata por el enamoramiento del rey Alfonso VIII por la joven Raquel, aparece de un modo tan súbito que no resulta demasiado creíble. En la escena del enamoramiento, que pasa de forma bastante rápida, no entendemos muy bien por qué el monarca cae rendido sin remisión ante ella. A partir de aquí, unas escenas funcionan mejor que otras, pero queda la sensación de que la pasión del rey y todo lo que provoca avanza de manera un poco mecánica. 
  Sí que alguna escena consigue atrapar fuertemente al espectador, como la de Alfonso VIII desmoronado bajo la tormenta, o la del asesinato de la judía, violenta y visualmente muy potente (Jorge Varandela, actor que interpreta al príncipe Enrique, destaca por la intensidad que aporta aquí a su personaje, convirtiendo esta escena en una de las más interesantes a nivel interpretativo). También habría que destacar el diseño de luces del espectáculo, así como las proyecciones que lo acompañan: son de una gran belleza y enmarcan la acción de modo muy sugerente. 
  En una entrevista reciente (Revista Godot nº 73. Madrid, marzo 2017) Laila Ripoll, incidía en el carácter político del texto, ya que nos presenta a un gobernante que descuida sus obligaciones ante su propio disfrute, hecho que podría encontrar más de una analogía entre algunos mandatorios actuales. También en ese contexto, la directora quita importancia a que el personaje de Raquel sea de religión judía, excluyendo cualquier atisbo de antisemitismo en la obra. Pero la cuestión, en la modesta opinión de quien esto escribe, es que ese hecho no es arbitrario y añade connotaciones que el público percibe. Así, a la salida del teatro, uno de mis acompañantes resumía la obra en "un cristiano se enamora de una judía, su gente mata a la judía, él se arrepiente de todo lo que ha hecho como buen cristiano que es, le perdonan y todo vuelve a la normalidad: vamos, que si esta misma obra la viesen en 1960 se aplaudiría a rabiar por el pensamiento franquista."
  Y aunque esta opinión es bastante reduccionista, sí que la obra necesitaría una vuelta de tuerca para alejarse de estas sensaciones. 

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