lunes, 27 de marzo de 2017

Isabelle Huppert. Día Internacional del Teatro 2017

  Desde 1961, el Instituto Internacional del Teatro (ITI, por sus siglas en inglés), dependiente de la UNESCO, celebra el Día Internacional del Teatro. Un día de celebración y reivindicación de nuestro arte, que cada año va acompañado de un mensaje escrito por alguna personalidad del mundo escénico. Este 2017, la encargada de redactar dicho mensaje es la actriz francesa Isabelle Huppert, a la que en nuestro país conocemos más por sus trabajos en cine aunque tenga también una sólida trayectoria sobre las tablas (en la foto, en el papel de Medea, Festival de Avignon, 2000.)
   A continuación transcribo el texto completo de su mensaje, del que remarcaría cómo puntualiza que desde 1962 sólo a ocho mujeres se les ha encargado la redacción del mismo. Habría que reivindicar entonces una mayor presencia de la mujer en la dirección de festivales, de teatros, en los órganos directivos del mundo cultural. Si el teatro y la cultura en general aspiran a un enriquecimiento de nuestras vidas, a que tengamos una mirada amplia y sin prejuicios sobre nuestra realidad, no lo podrán lograr sin la presencia de la mujer. Este es el mesaje:

  "Bueno, aquí estamos otra vez. Reunidos de nuevo en primavera, cincuenta y cinco años después de nuestra reunión fundacional, para celebrar el Día Mundial del Teatro. Un solo día, veinticuatro horas, que comienzan de la mano del teatro NO y del Bunraku, que pasan por la Ópera de Pekín y el Kathakali, brillando entre Grecia y Escandinavia, de Esquilo a Ibsen, de Sófocles a Strindberg, entre Inglaterra e Italia, de Sarah Kane a Pirandello, y también Francia entre otros, donde nos encontramos, y donde París es la ciudad del mundo que atrae a más grupos de teatro internacional. En esas 24 horas podemos ir de Francia a Rusia, de Racine y Molière a Chejov, e incluso atravesar el Atlántico para acabar en una universidad californiana, tentando a jóvenes a reinventar, quizás, el teatro.

  De hecho, el teatro renace cada día de sus cenizas. No es sino una convención que hay que abolir incansablemente. Así es como sigue vivo. El teatro tiene una vida abundante que desafía el espacio y el tiempo, y las obras más contemporáneas se nutren de los siglos pasados, los repertorios más clásicos se hacen modernos cada vez que son subidos de nuevo a escena.
  El Día Mundial del Teatro no es pues, obviamente, un día cualquiera de nuestras vidas que deba ser tomado de forma banal. Hace revivir un inmenso espacio-tiempo y, para evocarlo, querría citar a un dramaturgo francés tan genial como discreto, Jean Tardieu: hablando del espacio, se pregunta “cuál es el camino más largo para ir de un punto a otro.” Sobre el tiempo, sugiere “medir, en décimas de segundo, el tiempo que se tarda en pronunciar la palabra 'eternidad''. Sobre el espacio-tiempo, también dice: “Antes de dormir, fija tu mente en dos puntos del espacio, y calcula cuánto tiempo se tarda, en un sueño, en ir de uno a otro”. Es la frase “en un sueño” la que siempre me da vueltas en la cabeza. Pareciera que Jean Tardieu y Bob Wilson se hubieran encontrado.
  También podemos resumir nuestro Día Mundial del Teatro, citando las palabras de Samuel Beckett que hace decir a Winnie en su estilo expeditivo: “¡Oh, qué hermoso día habrá sido!”
  Al pensar en este mensaje que tengo el honor de que me hayan pedido que escriba, he recordado todos los sueños de estas escenas. Por eso puedo decir que no he venido a esta sala de la UNESCO yo sola. Todos los personajes que he interpretado en escena me acompañan. Personajes que parecieron irse cuando caía el telón, pero que han cavado una vida subterránea en mí, dispuestos a ayudar o destruir los personajes que les sucedieron. Fedra, Araminte, Orlando, Hedda Gabbler, Medea, Merteuil, Blanche Dubois... Me acompañan también todos los personajes que he adorado y aplaudido como espectadora. Y por eso es por lo que pertenezco al mundo. Soy griega, africana, siria, veneciana, rusa, brasileña, persa, romana, japonesa, marsellesa, neoyorkina, filipina, argentina, noruega, coreana, alemana, austriaca, inglesa, realmente del mundo entero. Esa es la auténtica globalización.
  En 1964, con ocasión de este Día Mundial del Teatro, Laurence Olivier anunció que, tras más de un siglo de lucha, por fin se acababa de crear en Inglaterra un teatro nacional que él quiso transformar inmediatamente en un teatro internacional, al menos por su repertorio. El tenía muy claro que Shakespeare pertenecía al mundo.
  Me ha encantado saber que el primer Mensaje de estos Días Mundiales del Teatro, en 1962, se le confió a Jean Cocteau, por ser autor del libro “La vuelta al mundo en 80 días otra vez”. Yo he dado la vuelta al mundo de forma diferente. La he dado en ochenta espectáculos u ochenta películas. Incluyo aquí películas en las que no distingo entre hacer teatro o cine, que sorprende cada vez que lo digo pero es cierto, es como es. Ninguna diferencia.
  Al hablar aquí no soy yo. No soy una actriz. Soy sólo uno de esos incontables personajes gracias a los cuales el teatro sigue existiendo. Es un poco nuestro deber. Y nuestra necesidad. Cómo expresarlo... Nosotros no hacemos que el teatro exista. Es gracias al teatro que nosotros existimos.
  El teatro es muy fuerte, resiste, sobrevive a todo, a las guerras, a las censuras, a la falta de dinero. Es suficiente con decir “la escena es un escenario vacío de un tiempo indeterminado” y hacer entrar a un actor. O una actriz. ¿Qué va a hacer? ¿Qué va a decir? ¿Van a hablar? El público espera, se va a saber, ese público sin el que no existe el teatro, no lo olvidemos nunca. Una sola persona de público, es público. ¡Esperemos que no haya muchas sillas vacías! Salvo en la obra de Ionesco. Al final la Vieja dice: “Sí, sí, muramos en plena gloria... Muramos para entrar en la leyenda... Al menos tendremos nuestra calle.”
  El Día Mundial del Teatro existe desde hace ahora cincuenta y cinco años. En cincuenta y cinco años soy la octava mujer a la que se le pide pronunciar un mensaje, bueno, no sé si la palabra “mensaje” es la adecuada. Mis predecesores (¡se impone el masculino!) hablaron del teatro de la imaginación, de libertad, del origen, evocaron la multiculturalidad, la belleza, las preguntas sin respuestas... En 2013, hace tan solo cuatro años, Darío Fo dijo: “la única solución a la crisis, reside en la esperanza de una gran caza de brujas contra nosotros, especialmente contra los jóvenes que quieren aprender el arte del teatro: así surgirá una nueva diáspora de comediantes, que hará surgir de estas limitaciones unos beneficios inimaginables para una nueva representación.” Beneficios inimaginables es una fórmula digna de aparecer en un programa político, ¿no? Como estoy en París poco antes de unas elecciones presidenciales, sugeriría a aquellos que pretenden gobernarnos, que estén atentos a los beneficios inimaginables aportados por el teatro. Y por supuesto, ¡nada de caza de brujas!
  El teatro para mí es el otro, el diálogo, la ausencia de odio. La amistad entre los pueblos. No sé ahora mismo qué significa exactamente, pero creo en la comunidad, en la amistad de los espectadores y los actores, en la unión de todos a los que reúne el teatro, los que lo escriben, los que lo traducen, los que lo explican, los que lo visten, los que lo decoran, los que lo interpretan, incluso, los que van. El teatro nos protege, nos acoge... Creo de veras que nos ama... tanto como le amamos.
  Recuerdo a un viejo director de la vieja escuela, que antes de que se levantara el telón, entre bambalinas, decía cada noche con voz firme: “¡Paso al teatro!”
Estas serán mis últimas palabras. Gracias."

Traducción: Fernando Bercebal 
  Me ha llamado también la atención en el mensaje, que en su recorrido por la escena universal no se pronuncie ningún nombre español. El valor de nuestra literatura dramática y nuestra creación escénica deberían acudir a la mente de cualquier aficionado a las artes escénicas al pensar en nombres de teatro. En cualquier parte del mundo, y más en un país vecino como Francia, donde dramaturgos y directores españoles han sido y son tan fecundos. También habría que detenerse en la identificación que hace Isabelle Huppert del teatro con el diálogo, con la ausencia de odio y que yo, personalmente, comparto. De esto deberíamos tomar nota todos nosotros para evitar tristes desencuentros, como los sucedidos en fechas recientes en la ciudad de Madrid respecto a la gestión de sus teatros municipales.
  En cualquier caso, hay que aprovechar un día como hoy para difundir el teatro, disfrutar de las numerosas actividades organizadas en esta jornada y coger impulso para seguir construyendo un tejido teatral resistente y duradero. ¡Felicidades compañer@s!

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