miércoles, 6 de octubre de 2021

El inicio de un verano

   Estamos ya en pleno tiempo otoñal pero, aún así, quiero hoy recordar el inicio del verano que se evaporó hace unas pocas semanas. 

  Tras un 2020 que nunca olvidaremos, es cierto que el presente año no ha terminado de mejorar las graves situaciones provocadas por aquel. Sin embargo, a pesar de las circunstancias, la llegada del verano nos animó a dejarnos empujar por la vida, a buscar de nuevo el disfrute de lo que se nos había privado durante tanto tiempo. En mi caso, viajar por las carreteras españolas y hacerlo para presenciar dos de los festivales de teatro más importantes de este país. Primero el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y, una semana después, el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. 

 

  Viajar a Extremadura siempre es motivo de gozo; sus paisajes, sus gentes, su rica gastronomía... Muchas veces, hablando con amigos que también tienen una especial querencia por esta región, coincidimos en que es una gran desconocida y que mucha gente tiene una idea muy equivocada de cómo es en realidad. Yo siempre animo a conocer esta comunidad autónoma, con muchos lugares de interés para conocer y de una gran diversidad.
  Mérida, su capital, fue declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993. Es una ciudad viva, con un patrimonio artístico y cultural impresionante y que invita a callejear y descubrir rincones que no aparecen en las guías turísticas. La bella ribera del Guadiana, ejemplarmente acondicionada, otorga la posibilidad de disfrutar del paseo; los restos arqueológicos, tan bien conservados, permiten un viaje en el tiempo que ensancha nuestra mente. 
  Como curiosidad, os muestro unas fotos que hice del Pórtico del antiguo Foro Municipal de Augusta Emerita, construido a mediados del siglo I a imagen y semejanza del Foro de Augusto en Roma. Y, lo curioso, es que la imagen que representa al Festival de Teatro Clásico no procede del Teatro Romano, como podría pensarse, sino de este edificio. 


  En concreto, la imagen del medallón representa a Júpiter-Amón y es la que podemos ver reproducida en el diseño gráfico del festival.
  El fin de semana que estuvimos en Mérida se programó el espectáculo "Los dioses y el dios", trabajo muy libre de Rafael Álvarez El Brujo a partir de la obra "Anfitrión", de Plauto. El Brujo es ya un género teatral en sí mismo; le he visto actuar en varias ocasiones, pero la primera de ellas fue sobre el escenario de la Escuela Navarra de Teatro, en Pamplona. Eran mis tiempos de iniciación en el teatro, estudiaba en la Escuela y cada fin de semana disfrutaba con los espectáculos programados en su sala. Fue allí donde descubrí sobre las tablas a este cómico, que sabe meterse al público en el bolsillo como nadie. 

 

  Veinticinco años después sigue en forma, eso está claro. Pero también es cierto que la sorpresa va desapareciendo conforme más veces le ves, y quedan muy a la vista los remiendos que componen el traje. Por un lado su vis cómica, indiscutible, y por otro, la profundidad humanística con la que alterna su propuesta. Y siempre, marca de la casa, aprovechando al vuelo cualquier noticia de actualidad para insertarla en su recital. Todo esto se repite en cada una de sus obras e, incluso, él mismo hace chanza con ello jugando a no tener claro si está representando Anfitrión, el Quijote o el Lazarillo de Tormes.
 Desde luego, hay momentos en los que la risa se destapa de verdad y, también, momentos de honda reflexión en los que dice verdades que nunca hay que dejar de recordar. Pero al mismo tiempo aparece, en ocasiones, un tipo de humor que en este país ya debería estar superado y que no entiendo cómo puede gustar todavía (claramente machista). Y lo repetitivo y alargado de algunas improvisaciones (la mofa a la Oficina del Español, del chaquetero Toni Cantó) cansan y añaden minutos al espectáculo innecesariamente. Una fiesta del teatro en cualquier caso, y más si se celebra en un marco tan impresionante como el Teatro Romano de Mérida. El mismo día que estuvimos viendo a El Brujo, lo visitamos al mediodía y su magia te transporta realmente en el tiempo.

 

  El fin de semana siguiente nos trasladamos a Almagro, bella población castellana que nos sumerge en nuestro fecundo Siglo de Oro. Y del mismo modo que viajamos del teatro greco-latino al de nuestros autores renacentistas y barrocos, yo me reencontré de nuevo con mis comienzos escénicos en un viaje de ida y vuelta. El caso es que, este año, la comunidad autónoma invitada por el Festival ha sido Navarra y, de este modo, varias producciones procedentes de mi tierra natal viajaron hasta este enclave histórico. 


  Coincidir con compañeras que presentaron sus trabajos en Almagro me hizo especial ilusión, y más este año, con todas las dificultades que se han pasado y lo que suponía volver a salir de gira. Mis amigas de Pasadas las 4 y de T'Diferencia Teatro mostraron sus espectáculos "El burlador sin sardina" y "Laberinto de Juana Inés", algo de lo que enorgullecerse y que da muestra de la gran cantera teatral que supone la Escuela Navarra de Teatro en aquella comunidad. 
  Completamos la visita a Almagro recorriendo su Museo Nacional del Teatro, un recomendable paseo por la historia de las artes escénicas al que, seguro, regresaremos en un futuro.

  Y ahora, tras compartir estos recuerdos desde el revuelto otoño, tan solo nos queda esperar que vuelvan muchos, muchos más veranos.
  



  



 


 




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