miércoles, 29 de agosto de 2018

Lindsay Kemp/Neil Simon

  El pasado fin de semana recibimos la triste noticia de la pérdida de dos nombres importantes de la escena teatral. Primero se supo, el sábado, del fallecimiento de Lindsay Kemp, y un día después murió Neil Simon. Ambas figuras son sobradamente conocidas y puede encontrarse fácilmente información abundante sobre sus trayectorias.

El dramaturgo y guionista Neil Simon.
  
  Escribo estas líneas, entonces, no para glosar sus vidas y recorridos profesionales, sino rememorando recuerdos tempranos de mi relación con el teatro en los que ambos se entrelazan justo  en este momento.
  En el año 1991, durante una visita a Madrid (entonces yo vivía todavía en Pamplona), asistí a una representación de "Perdidos en Yonkers" en el Teatro Fígaro. Mi contacto con el teatro se limitaba en aquel momento al de mero espectador, no imaginaba siquiera que muy poco tiempo después comenzaría a estudiar Arte Dramático. Así que simplemente era un aficionado amante del escenario, pero que lo admiraba desde la barrera. La obra me gustó mucho; aunque Simon suele nombrarse como autor de comedias, esta obra se encuentra entre su creación tardía, y pese a no considerarla plenamente autobiográfica, el dramaturgo sí admitía que algunos elementos de la historia tenían conexión con experiencias vividas en primera persona. Con sus luces y sus sombras.

Cartel y foto del elenco de la obra. Teatro Fígaro, Madrid, 1991.

  La humanidad de la pieza me emocionó verdaderamente y recuerdo de manera especial el impacto que me causó sobre todo la interpretación de Ana Marzoa, una gran actriz que me conmovió y que merece un reconocimiento mayor del que se le concede. Tres años después me encontraba estudiando en la Escuela Navarra de Teatro, y seguro que experiencias como la de ver este montaje tuvieron que ver en mi decisión de adentrarme por las sendas de la interpretación.

Lindsay Kemp, hombre de teatro total.
  
  Avanzando esos pocos años me encontraba ya estudiando en la E.N.T. (cómo llegué a tomar aquella decisión, que me hizo abandonar mi anterior trabajo, merece ser contado en otra entrada aparte). En aquella época nutrieron mi amor por el teatro tanto mis estudios como los espectáculos vistos entonces. Estábamos todavía en la primera mitad de la década de los noventa: tuve oportunidad de ver algunas de las últimas producciones del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas, recuerdo "Canción desde Isla Mariana" de Legaleón Teatro o "Como los griegos" de Steven Berkoff (con Nancho Novo). En los ya extintos Festivales de Navarra programaron "A puerta cerrada" de Jean Paul Sartre con Aitana Sánchez Gijón y Carmelo Gómez (dirigidos por Miguel Narros). En el escenario de la Escuela vimos "Notas de cocina", de Rodrigo García, y La Zaranda nos visitaban con cada nuevo montaje suyo, iniciando así mi honda admiración por los geniales jerezanos. Y entre aquellos muchos espectáculos vistos en mi época de estudiante también hubo uno de Lindsay Kemp. Su "Cenicienta" estuvo en el Teatro Gayarre de Pamplona, donde descubrimos que el artista inglés era un estilo total en sí mismo.

En la misma temporada de su estreno "Cenicienta" visitaba Pamplona.

  La lección que nos ofrece Kemp es, en esencia, creer firmemente en uno mismo y tener libertad absoluta para defender los postulados propios, igual que hacía él en la irreverente visión del cuento clásico.
  Neil Simon y Lindsay Kemp, en principio tan opuestos estilísticamente, se reúnen sin embargo en mis recuerdos formando parte de un todo. Del mismo modo en el que mi amor por el teatro se integra en un todo mayor que, precisamente, es lo que le otorga su verdadero significado.





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