martes, 23 de enero de 2018

Emilia

  Muchos medios de comunicación, al hacer balance de todo lo ocurrido durante el pasado 2017, han destacado como suceso principal a nivel mundial el auge del feminismo y cómo numerosas mujeres alzaron su voz ante la imposibilidad de continuar silenciando todas las injusticias cometidas contra ellas. Movimientos como el "Me too", que dieron relevo en este país a nuestro "Yo también", denunciaron los abusos padecidos por muchas mujeres (situaciones de acoso, agresiones sexuales, violaciones) e hicieron visible una terrorífica realidad. La fuerza bruta -brutal- ejercida por parte del hombre sobre la mujer cuenta, en demasiadas ocasiones, con la connivencia del propio entorno, de los allegados, de hombres cobardes que siempre han mirado para otro lado. La sombra del machismo es alargada, demasiado, y es también harto tupida, tenebrosa, cruel. Algunas voces pretenden advertir de que toda esta presencia del feminismo en los medios tiene mucho de moda y que, como todas las modas, terminará pasando. Seguramente eso es lo que les gustaría a muchos, sobre todo a muchos, que no a muchas. Seguramente, pasado el tiempo que ellos consideren suficiente, querrán que los temas de la agenda cambien, pretenderán que la lucha de las mujeres por equiparar sus derechos con los de los hombres ya no esté en el candelero. Que unos grandes almacenes hagan negocio vendiendo camisetas con eslóganes feministas puede ser cuestionable (esas camisetas confeccionadas en Asia en condiciones para el trabajador de semiesclavitud); pero que un/una adolescente tome conciencia de esta problemática tan grave que a todos nos atañe, vistiendo esa prenda, sólo puede ser positivo. 
El diseñador Prabal Gurung. Él mismo cerró uno de sus últimos desfiles con una camiseta en la que podía leerse "Así luce una feminista".

  Recuerdo ahora la manifestación del último ocho de marzo en Madrid: fue multitudinaria, mujeres de todas las edades, también hombres, en una jornada reivindicativa que demostró cómo los tiempos "están cambiando".
  Y que me perdonen en el Teatro del Barrio, que yo venía aquí a hablar de su obra... Espero que toda la introducción anterior se entienda como preliminar para la reseña del espectáculo que podemos ver actualmente en su escenario. "Emilia", producción del propio teatro, es la primera parte de una trilogía que ellos mismos han nombrado como "Mujeres que se atreven". En esta ocasión el título alude a Emilia Pardo Bazán, quien se enfrentó a los convencionalismos de su época para reivindicarse como mujer independiente y que siempre vivió acorde a sus propias ideas. Nunca dejó de reclamar la necesidad de que la educación de la mujer fuera un hecho inaplazable y, como escritora, quiso ser reconocida al mismo nivel que los escritores hombres. Aunque gozó de gran popularidad y su capacidad de trabajo era inagotable (cuentista, poeta, novelista, traductora, periodista, profesora...), no consiguió ingresar en la Real Academia de la Lengua; a pesar de contar con el respaldo y la admiración de algunos escritores, se topó con el veto inflexible de muchos otros, que sólo por ser mujer la menospreciaron y que por el mismo motivo pretendieron restar valor a su obra.
Emilia Pardo Bazán retratada por Sorolla.
  
  Este capítulo de su vida es relatado con detalle en esta propuesta escénica, magistralmente interpretada por Pilar Gómez. Muchos conocimos a esta gran actriz hace ya bastantes años, con aquel estupendo monólogo titulado "Mejorcito de lo mío", y aquí nos vuelve a sorprender con una actuación brillante. Nadie diría que esta andaluza no nació en La Coruña... Aparte del acento gallego que clava y del trabajo físico encomiable, sabe transitar por los diferentes estados de ánimo de doña Emilia captando la atención del espectador. Y esto se agradece mucho, ya que si de algo peca el montaje es de excesiva linealidad. Son los matices aportados por la intérprete los que evitan que presenciemos simplemente un discurso. Porque el tono didáctico del montaje a veces pesa demasiado sobre la acción dramática y se echa en falta un poco más de juego, de variedad entre escenas. Por eso, cuando hacia el final del espectáculo la actriz realiza un cambio que contrasta mucho con todo lo anterior (no explicaré más por no destripar nada), la verdad es que se agradece.
  Con todo lo dicho, "Emilia" es una función sólida basada en un texto muy interesante que refleja muy bien al personaje, una actuación que la hace creíble y disfrutable y una dirección limpia que basa en el gesto y la palabra aquello de lo que nos quiere hablar. Porque no debemos olvidar que historias como la de Emilia Pardo Bazán hay muchas; mujeres que fueron silenciadas en su época y olvidadas en las siguientes. Ellas siempre han estado ahí. Si hasta ahora la Historia era contada nada más que por los hombres, en este momento esa injusta y triste realidad está cambiando. Desde muchos ámbitos, no sólo desde el teatral, se está recuperando la memoria de muchas mujeres que padecieron el desprecio de la indiferencia, cuando no la usurpación de sus logros. 
  Y en esta labor, el Teatro del Barrio acierta con esta historia escrita (Noelia Adánez y Anna R. Costa), dirigida (Anna R. Costa) e interpretada por mujeres. 
  Esperemos ahora las siguientes piezas de la trilogía, que estarán dedicadas a María Teresa León y a Gloria Fuertes y que seguro que serán igual de interesantes.

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