El pasado domingo 26 de marzo tuvo lugar la última función de "La Tempestad" en La Puerta Estrecha, teatro de Lavapiés cuya compañía coproduce el espactáculo junto a AlmaViva Teatro. Desconozco si se volverá a tener opotunidad de ver este montaje estrenado el pasado año, pero al margen de esto tuvimos la sensación de estar viviendo algo único con esta representación. Ojalá pudiera tener más recorrido y lo pudiera disfrutar más público. La puesta en escena de esta obra final de Shakespeare, obra maestra con múltiples capas de lectura, es rigurosa y al mismo tiempo muy gustosa de ver, fruto de un trabajo de investigación que puede adivinarse profundo, y fluye de manera fácil y emocionante. La dirección de César Barló, limpia pero llena de recursos, nos guía por esta isla (literalmente, el público es conducido por diferentes espacios del edificio del teatro al avanzar las escenas) mezclando magia y realidad, tal y como el texto requiere. Hay escenas realmente brillantes, como la de la presentación de los personajes de Trínculo y Estéfano y su encuentro con Calibán, o la escena de amor entre Miranda y Fernando (la mejor escena de amor que he visto en teatro desde hace mucho). Dos horas de función que se pasan volando, como si de una argucia mágica de Próspero mismo se tratara.
Todo esto, desde luego, se logra también gracias a un elenco con interpretaciones de gran nivel. No me gustaría destacar a unos por encima de otros (nueve intérpretes en escena, sólo por esto ya habría que aplaudir una producción independiente como ésta), ya que el conjunto de todos ellos es lo que hace que todo funcione como un engranaje engrasado en la noche de los tiempos. Con esta Tempestad nos reímos, nos emocionamos, tenemos el alma en vilo queriendo saber cómo se resuelve todo, aunque ya nos conozcamos la obra. Al final, cuando Ariel se quita por vez última sus patines, cuando Próspero se dirige por última vez a todos los congregados junto a él, la emoción se palpa en el aire y se produce una catarsis verdadera, la del teatro con mayúsculas, la del que surge de las tripas y del corazón y puede, justamente llamarse arte.
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