El corazón hambriento como el mar. Festival SURGE. Teatro El Umbral de Primavera. Octubre 2020

miércoles, 10 de mayo de 2023

Vacío

 


El diccionario de la Real Academia recoge hasta catorce acepciones de la palabra vacío. Creo que con varias de ellas ha debido jugar Rosa Díaz, La Rous, para componer este sensible retrato personal. Y creo también que, en algún momento, tuvo que asomarse al vacío, vencer miedos y autocensuras. Sabemos que lo hizo con el consentimiento de su propia hija, tal y como nos confesó ayer tras la cálida y merecida ovación que recibió al finalizar su actuación. Enteramente comprensibles, por tanto, los gestos de emoción descubiertos en más de un espectador al encenderse las luces de sala.
Un escenario vacío se llena y nos invita a viajar junto a una madre y su hija recién nacida. Dos historias paralelas que se van trenzando conforme la niña va creciendo. Hallazgos visuales tejidos con mucho amor, que crean imágenes emocionantes y que desembocan en ese extrañamiento abrupto que, a veces, supone la adolescencia.

En ocasiones, una idea sencilla pero cargada de sentido puede tener más impacto emocional que el efecto más rebuscado y cargado de tecnología. Así, el momento en que la madre descubre, en forma de post-it, los sentimientos reales de su hija, el descarnado diario de su dolor, construye una escena donde la acción hace que nuestro corazón se encoja y empaticemos con ese horror vacui al que la autora/personaje hubo de enfrentarse. De nuevo otro vacío, el que provoca la depresión, esa enfermedad que se reproduce de un modo casi invisible. La enfermedad mental, hasta hace poco, ha sido un tema tabú que las propias familias de los afectados trataban de ocultar. También desde el mundo del arte se ha tratado de forma banal y poco respetuosa en muchas ocasiones. Pero poco a poco esto va cambiando, ya se encuentra en el foco del debate público y las personas afectadas pueden obtener más escucha y apoyos que en épocas anteriores.
Por todo esto, espectáculos como "Vacío" solo pueden provocar gratitud. Por lo generoso de su propuesta, por lo valiente que es y, sobre todo, necesaria. Y además, dirigido todo ello a un público familiar. Hablar a los niños y adolescentes de las cosas importantes de la vida nunca debería ser motivo de anatema. Porque si se hace con este respeto, donde además del dolor también transitan la ternura, la risa, el juego y la imaginación, se contribuirá siempre a construir una sociedad mejor y esos niños se convertirán en personas adultas más sensibles y empáticas.
Y, recuerdo para terminar; toda esta historia se transfiere a través de un títere, esa magnífica herramienta artística que pone voz donde la voz humana no llega.