sábado, 27 de marzo de 2021

Día Mundial del Teatro 2021


"El valle del asombro". Peter Brook

  
  Hoy 27 de marzo celebramos el Día Mundial del Teatro. Una celebración teñida por todo lo vivido a causa de la pandemia que nos afecta. Si de algo ha servido lo sucedido a lo largo del último año, ha sido para dejar al descubierto todas nuestras vergüenzas como sociedad. El desmantelamiento de los servicios públicos a lo largo del tiempo tiene consecuencias, y donde nos decían que teníamos la mejor sanidad del mundo se comprueba ahora como los sanitarios están enfrentándose a esta crisis en condiciones lamentables. ¿Hemos aprendido algo en este tiempo? Me temo que no mucho, a tenor de la dirección que están tomando las cosas. ¿Qué puede aportar el mundo del teatro a la necesaria reflexión sobre el devenir de nuestra época? El mundo de la cultura en general, y el teatro en particular, no pueden quedar al margen de la sociedad. Pero en muchas ocasiones, demasiadas, tengo la sensación de que la cultura solo interesa a quienes hacemos cultura. Con un sector atomizado (aunque sí que hubo el año pasado un movimiento para aglutinar a asociaciones profesionales de diferentes artes en nuestras reivindicaciones ante la Administración), un Ministro de Cultura desconocedor absoluto de su ramo, e innumerables compañías y artistas afectados por programaciones canceladas y abocados a la inactividad, parece complicado hacerse oír. 
  Todavía el tejido de la industria cultural en este país se estaba recuperando de la crisis del 2009, y para muchos y muchas, la pandemia está suponiendo una fatal estocada. La lucha por la subsistencia personal a la que cada uno parecemos condenados, no debería impedir tener una visión amplia del escenario de la vida. El teatro es, precisamente, un arte de la colectividad. Del colectivo de artistas que ponen en pie un espectáculo, y del colectivo que forma el público cuya mirada es imprescindible para completar la obra. Esta pandemia ha descubierto un mundo en el que la rapiña impera incluso entre estados, en el que este voraz sistema capitalista convierte en puro negocio la salud de las personas. Como si de una pieza dirigida por Peter Brook se tratara, persigamos la esencia valiosa de las cosas, dejemos a un lado lo superfluo. En la comunidad teatral deberíamos tener claro por qué nos subimos a las tablas, no transigir con rémoras adquiridas en el pasado, hacer valer nuestra profesión. Deberíamos rechazar el participar en este río revuelto y aunque el show deba continuar, que no lo haga a cualquier precio. Pienso en todas las compañeras y compañeros de oficio, en nuestra fragilidad y también en nuestras fortalezas. La mayoría hemos vivido siempre en un inestable equilibrio, pero ahora parece que ni siquiera tenemos un fino cable en el que apoyar nuestros pies. Somos supervivientes natos, sabemos adaptarnos y readaptarnos las veces que haga falta. Trabajamos con los mejores mimbres, los de la humanidad que cada uno encierra. Y saldremos adelante gracias al mismo valor y determinación que una vez nos empujaron a dedicarnos a esta profesión que tanto amamos. 

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