Cada uno de nosotros tiene su propia idea acerca del teatro que considera interesante. Sabemos que este arte puede abordarse desde muchas perspectivas diferentes, que puede haber un montaje para cada momento, un estilo distinto para cada historia que quiera contarse. Y sin pretender negar la validez de otro tipo de propuestas, vamos conformando en nuestra intimidad un listado de ingredientes que deseamos encontrar en cada espectáculo que vemos. Mauthausen. La voz de mi abuelo, contiene todos esos componentes que renuevan mi amor por el teatro y supone un acontecimiento de los que refuerzan la necesidad de seguir subiéndose a un escenario.
La historia del campo de concentración y exterminio nazi es tristemente conocida, también la del paso de muchos españoles por aquel dantesco complejo, y aún así lo vivido con esta propuesta escénica resulta una sorprendente experiencia. Lo que aquí presenciamos no es un documental con frías y espantosas imágenes. Desde luego, lo contado contiene espanto y dolor. Pero se presenta de tal modo, que la incomprensión hacia las atrocidades que llega a cometer el ser humano se transforma en esperanza por su capacidad de supervivencia y solidaridad.
El texto de la obra está escrito por Pilar G. Almansa, que sigue creciendo y afianzándose como una de las figuras de referencia en nuestro teatro contemporáneo. También ella firma la puesta en escena, esencial y limpia, al tiempo que emotiva y con un ritmo dramático preciso. La dramaturgia del espectáculo transmite las vivencias de Manuel Díaz, superviviente español de Mauthausen, a quien pone voz y cuerpo sobre las tablas su propia nieta, la actriz Inma González.
La interpretación de ésta es de las que no se olvidan. Cargada de verdad, derrocha humanidad y emoción en cada uno de sus gestos. Pura maravilla. Durante poco más de una hora tenemos delante nuestra al jovencito que, tras su particular odisea,
nos ofrece una lección de vida en la que se trenzan el miedo y la esperanza, las tinieblas y las luces de un futuro en el que nunca hay que dejar de creer. Ella es la voz de su abuelo.
Partiendo de unas grabaciones que el propio Manuel Díaz realizó antes de fallecer se reconstruye un episodio de nuestra historia que jamás debería repetirse. Por desgracia, la sociedad actual parece olvidar con facilidad toda la barbarie que asoló nuestro continente no hace tanto tiempo. En demasiados parlamentos europeos, incluido nuestro congreso nacional, negacionistas de aquel holocausto parecen añorar aquella ola que cubrió de oscuridad gran parte de la vida de nuestras generaciones antecesoras. No se trata de reabrir viejas heridas, tal y como dice nuestra derecha patria; parecen desconocer que algunas heridas nunca llegaron a cerrarse, no se les permitió hacerlo. Se trata de no olvidar, de aprender del pasado para no reeditar las mismas tragedias.
Y facilitar algo que en este país no se permitió: un proceso de duelo necesario para que nuestra sociedad pueda mirar al futuro y seguir avanzando. Mauthausen. La voz de mi abuelo pone un importante grano de arena en esta reconstrucción, por medio de su apuesta plena de sensibilidad, inteligencia y muy importante también, un sentido del humor cargado de humanidad.
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